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NOVELA

GERALDINE ROGERS


Los diarios de Emilio Renzi.
Un día en la vida (2017)
de Ricardo Piglia

 

ODISEA EN EL TIEMPO

     El título de este tercer tomo de la obra mayor de Ricardo Piglia viene de una narración de A. Soljenitsin, sobre un condenado que lleva ocho años de reclusión en un campo de trabajos forzados en la estepa siberiana. Es, por supuesto, una referencia oblicua a la dictadura cívico-militar argentina 1976-1982 que abarca la primera parte de este último tomo de Los diarios de Emilio Renzi, cuyo presente de escritura es 2015.

     Son los años del crimen perpetrado desde el Estado, época oscura donde se padece un mal social. Aunque se cuenten otras cosas, todas son parte de la experiencia de Emilio en estado de excepción, entre noticias siniestras sobre allanamientos y detenciones: “En mis cuadernos de aquellos años, está narrada mi forma de vivir bajo la peste, cómo circulaba por la ciudad como un fantasma, como me ganaba la vida y las cosas que escribí y lo que hice”. Pero como suele pasar, la peste es también el contexto de cotidianas resistencias, donde se cuentan cuentos para sobrevivir con otros y conjurar el sufrimiento: “la narración alivia la pesadilla de la Historia”. Son los años donde surgen distintas formas de resistencia intelectual en los que Renzi participa con mayor o menor convicción: Punto de Vista (“la revista en la que no creo”, “Por mi parte, ningún entusiasmo pero acepto el proyecto porque comprendo la importancia”), los cursos para ganarse la vida y seguir pensando sobre literatura -Sarmiento, Mansilla, Hernández, Arlt y Borges-, los grupos de esa suerte de universidad paralela -“las catacumbas”-, que fue un lugar de formación y discusión cuando las Universidades nacionales estaban vedadas a todo pensamiento crítico. El trabajo intelectual se afirma como entereza en tiempos en que se busca arrasar con la vida, y con la vida que gira en torno a los libros. Es ahí donde hay que mantenerse cuando todo llevaría a desistir. Y Renzi se mantiene. En los ensayos, artículos y prólogos que escribe para ganarse la vida, en las entrevistas y conferencias que da, y en la novela Respiración artificial que termina y publica en 1980.

     Un día en la vida empieza recordando una visita a la madre de uno de sus amigos, desaparecido por la dictadura. En esa mujer encuentra una claridad inesperada que lo ayuda a sobrevivir y a orientarse en la oscuridad. Su figura encabeza el tomo como emblema, “una epifanía, en medio del espanto y la desesperación y de la noticia atroz que se filtraba desde el infierno hasta nosotros”. Es un homenaje a “las locas que en la noche repetían como una plegaria la verdad de la Historia”, las Madres de Plaza de Mayo cuya lucha por verdad y la justicia logró, muchos años después, que sus demandas fueran reconocidas. La certeza ética sin fisuras da lugar a un tono poco habitual en los textos de Piglia: “La verdad de los débiles logra a veces hacerse oír. Eso es algo que siempre debemos recordar”.

     Un día en la vida es la última parte de una odisea en el tiempo y trae, una y otra vez, una fecha repetida. En el primer tomo de la trilogía se lee “en un momento había decidido recorrer un día de su vida, un día cualquiera, digamos el 16 de junio, y ver qué pasaba en ese día, año tras año”. Una vez más, conviene desconfiar de lo que parece azaroso. La fecha revela, con la potencia de una imagen dialéctica, la corriente que liga dos dimensiones medulares e inseparables en la vida de Emilio, literatura y política. El 16 de junio es el día en la vida del protagonista de una obra de ficción clave en la transformación de la novela del siglo XX. Y es el día de un acontecimiento central en la historia familiar del joven Renzi, y asunto del primer relato que en 1963 Ricardo Piglia publica en una revista.

     Recordemos: el mediodía del 16 de junio de 1955, un fallido golpe de Estado contra el gobierno de Perón dejó más de 300 civiles muertos por bombas lanzadas desde aviones que cayeron sobre los transeúntes que ese día circulaban por el centro de Buenos Aires. Tres meses después, el triunfo del golpe militar de la llamada Revolución Libertadora inició una persecución del peronismo que llevó al padre de Emilio primero a la cárcel y después a un exilio interno en Mar del Plata junto al hijo adolescente y el resto de la familia. No es casualidad que Piglia recuerde en algún lugar que por la misma causa Marechal debió aislarse durante más de quince años en su casa del barrio porteño: “Adán Buenosayres: la historia del artista exiliado en su propio barrio”. En la frase reverbera una historia política argentina de larga duración que se actualiza cuando, a partir de marzo de 1976, Renzi empiece a vivir semiencerrado en su casa o refugiado hasta la medianoche en la sala de lectura de Biblioteca del Congreso. En un cuaderno esos años anota “paso el día trabajando en un panorama de la situación cultural (1955-1975): una autobiografía intelectual. La historia de mi vida interrumpida –o definida- por el peso de la política”.

     El 16 de junio es también el día de la primera Odisea moderna: un día en la vida de Leopold Bloom en Ulises de James Joyce, la novela que densificó la categoría del yo de manera desconocida hasta entonces, al mismo tiempo que hacía esquirlas el tiempo del reloj y el calendario, volviéndolo infinito en el límite de un solo día y generando la imagen de un mundo donde acontecimientos múltiples y disímiles se remitían unos a otros y se conectaban en una dimensión compleja del tiempo. Los títulos y epígrafes del tercer tomo de Los diarios de Emilio apuntan a esa dimensión, “Los años de la peste”, “Sesenta segundos en la realidad”, “Días sin fecha”, donde un día es también la vida misma, así como en un minuto caben muchos días, como dice el epígrafe que abre la segunda parte, que es la central del libro y está titulada igual que él, que como la gran obra en la que se incluye tiene también tres partes, dando paso a dimensiones encastradas y complejas del tiempo, donde los grandes acontecimientos de la vida colectiva se tocan con la experiencia vivida: “Abre la puerta de cristal del edificio, sube en el ascensor hasta el décimo, vuelve a sentir la certeza de siempre al llegar, todo seguiría ahí, detenido, los diarios del día anterior en el piso, sobre el felpudo, y también el diario de hoy, 16 de junio de 1983, que levanta y en la primera página Estado del tiempo. Nubosidad variable con leve ascenso de la temperatura. Vientos leves del norte. Mínima y máxima para el área urbana y suburbana: alrededor de 7 y 15 grados. El papa Juan Pablo II inicia hoy su viaje a Polonia. Se entrevistará con el líder obrero Lech Walesa, un vistazo rápido mientras entra en la habitación oscurecida y va hacia las persianas, para dejar que el sol inunde la sala, todo está igual pero nada es igual ahora, la mesa con los papeles y los libros, un cuaderno abierto, la ventana al costado, el patio abajo. ¡Qué pasó? ¡Qué había pasado?”.

     El mismo nudo parece condensarse en un fragmento de la película 327 cuadernos de Andrés di Tella (2015), que vale la pena ver en tándem con el libro. En el minuto 32.34 escuchamos a Piglia hablando de sus novelas y de sus “diarios” mientras la cámara muestra titulares de viejos periódicos exhibidos en un kiosco, envueltos en papel celofán -“Los restos de Eva Perón llegarán hoy al país en viaje desde España”, “Se prepara China a ocupar varias zonas niponas”, “Seis muertos y 135 heridos por una explosión en la embajada de Israel”- junto al aviso que oferta las noticias del pasado “Diarios de antaño. Realizamos su diario personalizado. Un recuerdo hecho a su medida, pregunte aquí”.

     La escritura de Piglia produce por contacto, al calor de la fusión amorosa generada por la lectura. Copia, asimila, reescribe. Si en ciertas zonas se acerca a Arlt hasta confundirse con él (“Nombre falso”), en otras por momentos se aproxima a Borges, a Walsh, a Puig. En Un día en la vida la escritura parece afectada por la literatura de Saer: experiencia y memoria, eternidad del instante, espejismos yo (“la unidad es siempre retrospectiva, en el presente todo es intensidad y confusión”).

     ¿Cómo valorar esta larga obra de tres tomos, de más de mil páginas? El tiempo necesario para averiguarlo es considerable y termina resultando una medida justa de lo que finalmente puede entregarnos si nos disponemos a hacer la experiencia. Porque, a menos que decidamos quedarnos con lo que dicen las contratapas y las reseñas, no sería posible encontrar una respuesta sin experimentar en carne propia –en tiempo propio- sus escalas, que van del tedio rutinario al deslumbramiento, entre huellas a medio esconder, inesperadas conexiones, momentos conmovedores e ideas dejadas al paso. El tiempo es constitutivo de Los diarios. Si su escritura duró poco menos que una vida, ¿cuánto demandará la lectura? Puede que la cuestión comprometa el vínculo entre política y literatura. Para empezar, hay que tener ese tiempo. Y teniéndolo, hay que dedicárselo. Y no porque no sea posible dar cuenta de Los diarios de una ojeada, lo es, como navegar el Gualeguay de una palada.

GERALDINE ROGERS

Es profesora de Literatura Argentina en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la UNLP e investigadora del CONICET. Es autora del libro Caras y Caretas. Cultura, política y espectáculo en los inicios del siglo XX (2008).