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MÚSICA

HERNÁN CANEVA


Clics modernos (1983)
de Charly García

Clics Modernos

Algunas huellas ya son piel

     La experiencia de escuchar un álbum de música completo debería ser revalorizada. Si bien actualmente existen plataformas digitales que nos brindan acceso a materiales enteros, la lógica del fragmento parece haberle ganado la pulseada a la de la obra como totalidad. No sé si esto es bueno o es malo, porque en definitiva una canción puede ser la parte y a la vez el todo. Asimismo, es cierto que en general accedemos a los discos de manera algo azarosa y casi siempre a partir de una canción. 

     Si cabe una reflexión, el carácter “accidental” o aleatorio del arribo a los consumos culturales podríamos debatirlo un buen rato, habida cuenta que en la actualidad las plataformas digitales nos “bombardean” con aquello que –mediante ingeniosos algoritmos- han advertido y calculado que nos gusta. Pienso que esta lógica nos está empujando –voluntaria o involuntariamente- a ser expertas/os en aquello que se supone nos interesa/nos agrada, por lo que el acceso a lo diverso o a lo que “no nos gusta” se encuentra –curiosamente- más limitado. 

     Repasar la obra musical de Charly García es una buena forma de entender que no todo es positividad, no todo es alegría, no todo es “yo puedo” y no todo es “me gusta”. Al contrario, implica transitar la luz y la sombra, el placer y el dolor, lo consonante y lo disonante, como parte de una misma experiencia sensitiva y cognitiva. Se trata de una obra que contiene una pulsión de vida y una pulsión de muerte, que hace un culto de lo bello y de la virtud, pero también pone de manifiesto el disparate y el equívoco como una forma de contraponerse a una sociedad somnolienta. 

     Cada disco de Charly lleva implícito un mensaje verbal y no verbal (la mayoría de las veces, incomprendido en su época). El material del que les voy a hablar es expresión de un momento de mucha vitalidad y sensualidad. Ahora bien, creo que toda apreciación estética y musical exige situar al ojo que mira y al oído que escucha. Por eso, me gustaría comenzar este comentario situándome a mí mismo frente al disco, para reponer algunas conexiones o “entradas” personales a la obra. 

 

     Pequeñas anécdotas sobre Clics modernos

     Mi primera entrada a Clics Modernos tuvo algo de aleatorio o “accidental”. Aquel acceso fue en el barrio de Tolosa (Ciudad de La Plata), cuando yo tenía inciertos 17 años de edad. En esa época de mi vida –quizás, algo gris- acercarme a la música fue ciertamente un “cable a tierra”. Recuerdo a Pablo, mi profesor de piano por aquel entonces, ejecutando los acordes del tema Los dinosaurios en su mágico sintetizador Kurtzweil Sp88, un aparato que tiene su propia historia dentro del rock nacional. 

     De esa secuencia, me recuerdo regresando muy velozmente en bicicleta a mi casa con los acordes garabateados en un papel, memorizando la imagen de Pablo desplegándose en la introducción de la canción, con premura por llegar a mi cuarto a ensayar. Mientras yo practicaba la canción, mi abuela Aída me interrumpía gratamente con sus mates de jarrito de metal (con una pizca de café y azúcar) para darme el necesario plus de energía o simplemente para estar cerca de mi. Sin siquiera saber que “Los dinosaurios” era el corazón de Clics, yo tenía la certeza de que nunca dejaría de sentarme a tocar el piano y cantar. En definitiva, el primer contacto con el disco fue a través de una canción.  

     El segundo acceso al Clics fue dos años después, en 2007, cuando yo era estudiante de la carrera de Sociología de la Universidad Nacional de La Plata. Santiago, un entrañable compañero y amigo con quien transité la carrera, me invitó a casa de su familia a mirar un recital de Charly García, que habían alquilado en formato DVD. Esa tertulia familiar me acercó por primera vez a la mítica presentación de Clics Modernos en el estadio Luna Park, recital que se realizó en diciembre de 1983. Lo primero que sentí, al mirar el recital, fue el deseo de estar allí con el público. 

     El escenario estaba cubierto de oscuridad, una oscuridad que hacía destacar la luz que salía de un pequeño velador que Charly tenía montado sobre la caja de su piano eléctrico y que prendía y apagaba a su antojo. Como si fuera una charla de diván, García le hablaba al público entre canción y canción, sorprendiendo a todas/os con semejante contraste entre la penumbra y la energética vitalidad de la música que brotaba de sus dedos. Mientras comíamos milanesas con puré y tomábamos vino tinto, me fascinaba por la performance de Charly y del grupo (cabe recordar que allí estaban, entre otras/os, Fabiana Cantilo y un jovencísimo Fito Páez). Había un impulso vital emergiendo de aquella oscuridad fabricada, una manifestación artística que ponía sonido y cuerpo a la libertad como búsqueda y expresión humana. 

     Recapitulando, el segundo contacto con el disco no fue con el disco en mis manos, sino por medio de la presentación en el Luna. 

     Durante los años posteriores accedí al disco completo. Escuché una y otra vez ese mensaje del futuro con dejos melancólicos que es Clics modernos. A decir verdad, muchas veces escuché el disco completo y otras tantas me ensañé con algunas canciones. El último contacto con el material, el más sistemático –quizás- fue para la ocasión de esta parrafada que aquí les traigo. 

 

     Algunas huellas ya son piel. Clics modernos y sus canciones 

      Escribir sobre un disco de música puede sonar contradictorio. En efecto, no hay enunciados escritos –por más sensatos- que sustituyan la experiencia de escuchar, imaginar y viajar a través de la música y de las canciones. Creo, no obstante, que hay en nuestra condición humana una necesidad de registrar lo “indecible”, dejando huellas que protejan del olvido a la experiencia. A través de esas necesarias búsquedas se configura el acervo cultural, imaginario colectivo integrado por rituales, símbolos, sentidos y significados. El acervo cultural, sin dudas, tiene que ver con la “tradición”, pero lejos está de ser materia muerta. La tradición, en lo que respecta a la música, implica dinamismo. “Lo muerto -retomando la expresión de Pierre Bourdieu- se apodera de lo vivo”, por lo que la historia se incrusta en los cuerpos, las subjetividades, las emociones y los pensamientos de las personas. No sé si Charly García leyó al mencionado sociólogo francés cuando dijo que “algunas huellas ya son piel”. 

     Sus discos, como ningún otro vector, documentan el deseo de irrumpir en la escena social y cultural con algo nuevo, aunque siempre mirando un poco hacia atrás. Un cinco de noviembre de 1983, a días del retorno a la democracia en Argentina, se publicó el disco Clics modernos, material que prometía un cambio sonoro y estético para una sociedad que necesitaba descomprimirse un poco, bailar y disfrutar. Un viaje a Nueva York fue punto de inflexión en la gestación de este álbum. Además de componerlo, grabarlo y mezclarlo, en aquella ciudad Charly conoció sonidos, se trajo la máquina de ritmos, algunos sintetizadores, y también algunos “raros peinados nuevos”, estereotipos importados por la globalización que arribaron a nuestro país en aquellos años. En ese mítico viaje a Nueva York, Charly –emulando a Gardel- se enchufó en las venas el dolor del tango y se cargó el espíritu liviano del pop, para conformar así una sonoridad de rigor. Esa sonoridad venía del futuro. Quizás sea por ello que al escuchar el disco da la sensación de que lo actual se vuelve viejo. Si cabe poner un asterisco, Charly siempre estuvo adelantado a su época, lo cual explica por qué la obra necesita del paso del tiempo para revelar su actualidad. 

     Clics modernos está conformado por nueve canciones, entre las que se destacan “Los dinosaurios”, “Nos siguen pegando abajo”, “Bancate ese defecto”, “No soy un extraño” y “Ojos de video tape”. En realidad, todo el material es para destacar, por lo que cualquier selección de hits no es otra cosa que una mera arbitrariedad. 

     La temática del álbum se inserta en la “bisagra” entre “lo que fue y lo que está por venir”. En efecto, algunas canciones como “Los dinosaurios”, “Nos siguen pegando abajo” o “Plateado sobre plateado (huellas en el mar)” hacen referencia al período de la dictadura militar, que estaba finalizando mientras que el disco era grabado. Sin embargo, otras canciones revelan la incorporación de temáticas emergentes en la sociedad de masas, ligadas a la identidad cultural y a la sexualidad, poniendo el foco en la diversidad de expresiones estéticas y en las trampas del sistema (“No soy un extraño”; “Bancate ese defecto”). También aparecen referencias a las transacciones entre la ideología política, la crítica ideológica y la lógica absorbente del mercado capitalista y de la industria musical (“Dos, cero, uno, transas”), de la que Charly era por aquel entonces un eslabón de lujo. 

     A su particular manera, el disco narra los estados emocionales por los que estaba atravesando el autor, dejando claro que la evocación a la modernidad y la necesidad de cambiar no estaba desprovista de una mirada crítica. Vale detenerse en la canción “Nuevos trapos” para comprobar que lo que García entendía por transformación no era un cambio superficial sino algo mucho más profundo. Es decir, que más allá de las transformaciones que traía consigo la globalización, había cosas que se volvían a repetir, como tragedia o como comedia, y que no se debían ignorar. 

     Ahora bien, considero que lo que destaca del álbum no es tanto el componente “crítico” que podemos atribuirle a las letras de las canciones, sino más bien la búsqueda estética como modo de irrumpir en la escena cultural. Es decir, que este disco instaura el concepto de que el sonido puede ser el protagonista de un “hacer disruptivo”, no en el sentido de la crítica político-ideológica, sino en el sentido de proponer una pauta sensorial provocativa en la experiencia de escuchar música. Este quizás, podría ser el hecho político-cultural que instauró Clics modernos en la cultura de masas, en un contexto cuyas tendencias anticipaban la defección de las palabras y de los grandes discursos, hacia formas de transmisión comunicativa centradas en las imágenes, las puestas en escena y los video-clips. 

     Clics modernos dejó sembrada una semilla, que claramente floreció en discos posteriores como Piano Bar (1984), Parte de la religión (1987), Cómo conseguir chicas (1989) y Filosofía barata y zapatos de goma (1990). 

 

     Influencia

     Si el lenguaje es un canal de transmisión de la experiencia humana, la música es un lenguaje para experimentar el silencio. Algunas veces me convenzo de que vivimos rodeados de silencios, y que sólo algunas veces son gratamente interrumpidos. Después de todo, ¿qué sería del silencio sin la música? Si vale la analogía monogámica, ambos son una pareja como tantas otras, con momentos felices, algunas fotos testigo en el living y una casi inevitable perdición. Como cuentan las escenas de los tangos y los boleros, en las que un suceso amoroso impone una nueva temporalidad a las/os involucrados. Si la música es una grata interruptora del silencio, un aroma del tiempo, quizás sea porque trae consigo una invitación a experimentar, a vivir intensamente las cosas que nos pasan. 

     Pienso que Charly García y Clics modernos son esa invitación. Cabe señalar que Charly ocupó de pleno la escena musical nacional, especialmente entre las décadas de 1970 y 1980. Los 90’ darían curso a una historia diferente, en la que la industria del pop fue desechando al artista en reemplazo de “nuevas olas”. Mientras Charly las miraba ya era “parte del mar”, ensayando un estilo contracultural que no encajaba con los tiempos del menemismo, Sábado Bus, la Alianza, la crisis del 2001 y Mambrú. El disco Influencia (2002), es la coronación de ese ciclo contracultural de Charly, y una muy buena excusa para un futuro artículo.

     En todos estos años se dijeron muchas cosas sobre Charly, sobre su estilo de vida, sobre su música, sobre la calidad de sus discos, sobre su decadencia, pero muy difícilmente alguien pueda argumentar que García traicionó su autenticidad. Charly lo dio todo, y más. Se llenó, se vació y se sacrificó por nosotros. Dejó huellas de la experiencia humana. Se hizo piel.

     La historia de este músico (y de su música, sobre todo) ilustra una promesa de autenticidad, esto es, una declaración del “yo” que -más que una ofrenda al narcisismo- se asume como un bastión de lucha frente a un mundo globalizado que aplasta la subjetividad. “Lo auténtico”, en la obra musical y en la biografía de Charly, es algo que persiste pero a la vez transmuta. De hecho, Charly García sugirió en más de una letra –como en “A punto de caer”- que “cambiar es bien, aún sin amor, aún sin creer”. Como garantía de tan onerosa apuesta puso a su propia vida, reflejándose a sí mismo como un pasajero en tránsito perpetuo entre la luz y la sombra: a veces, expresándose como alguien pleno y alegre, y otras, como un sujeto desgarrado. 

     La música -lenguaje del silencio- y los discos –registro sensorial- me acompañan, dejando huellas en la piel, asistiendo ausencias, abriendo íconos hacia el pasado y hacia el futuro. Si algo quiso inspirar Charly, a través de sus discos, es a desamarrar cadenas en nuestra subjetividad.  

     Estoy tranquilo pero herido. Mi cuerpo, como presumo el de buena parte de las/los lectores de esta nota (y debido a la pandemia del Co-vid), se encuentra oculto entre paredes, asediado por angustias, insomnios y algunos paseos vespertinos. Mientras tanto, escuchemos Clics.

HERNÁN CANEVA

Es Licenciado en Sociología de la Universidad Nacional de La Plata. En 2019 defendió su tesis de Doctorado en Ciencias Sociales, titulada “Disputas por el aborto en Argentina. Análisis de discursos en dos organizaciones (2014-2016)”.