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NOVELA
ANA BUGNONE

Lord
(2004)
de João Gilberto Noll

     ¿Qué es ser un sujeto?, ¿qué es ser un hombre? parecen ser las preguntas que desata la novela Lord de João Gilberto Noll (Porto Alegre, 1946). Se trata de una perturbadora trama narrada en primera persona cuyo protagonista es un brasileño que recala en Londres para realizar algunas actividades indefinidas, vinculadas con su condición de escritor. Desde el inicio, el relato está plagado de incertidumbres ligadas a desconocer quién es el protagonista, por qué viajó y quién lo contrató, que van atosigando tanto a quien lee la novela como al propio personaje principal. Un cierto desentendimiento del lugar que ocupa en el mundo o, mejor dicho, una búsqueda por su definición, recorren toda la novela.

     Esta novela corta escrita sin divisiones en capítulos nos lleva a la vida íntima de un hombre a través de la narración de sus impresiones, pensamientos obsesivos y decisiones, en una ciudad que desconoce pero que inmediatamente lo atrapa. El protagonista va atravesando diversas situaciones relacionadas con su estadía en Londres, las dudas sobre las actividades que cree que debería realizar como escritor pero que no logra concretar -y que ni siquiera le son solicitadas- y, fundamentalmente, la búsqueda por transformarse. Dejar de lado su vida anterior y olvidar todo su pasado, son objetivos que lo van llevando a asumir diversos riesgos. En ese trayecto, Noll construye un relato que va de lo animalesco a lo abyecto, de lo reflexivo a lo corporal.

     El objeto de Lord es la condición de ser humano y la identidad. El drama del protagonista es su transformación, más allá del viaje, de su profesión, del idioma del país extranjero en el que se encuentra. “Mi literatura es pulsional”, dice el autor en una entrevista, donde también comenta que ama a los actores porque le apasiona el deseo de ser otro, la idea de que uno es provisorio.

     El desdibujamiento de la condición, por un lado, humana, y, por otro, identitaria del protagonista acompaña el viaje que realiza. Es decir, el proceso no le ocurre en su país natal ni en su casa, le sucede en cuanto comienza a experimentar la vivencia en un espacio diferente, con reglas del juego distintas y con otra lengua. Esa extranjería que invade su vida se transporta a su propio ser: ya no es quien solía ser.

     El protagonista plantea desde el principio una necesidad de realizar ese viaje, que no se limita a alguna obligación laboral, sino que parece un imperativo existencial: ser otros. “Tinha vindo para Londres para ser vários” (había venido a Londres para ser varios), dice el narrador. De a poco, va apareciendo la idea de quedarse en esa ciudad que le permitiría cambiar, ser alguien distinto de quien había sido en su país natal, aún a costa de vivir en la ilegalidad y sin dinero. Londres se muestra, entonces, como lugar de mudanza, de realización, frente a un pasado que prefería olvidar y que, de hecho, se le iba extraviando en una amnesia progresiva. De esta manera, pérdidas de memoria, y, como dice el protagonista “dado à melancolia” (dado a la melancolía), falta de razón, estados de confusión y de sedación, fortalecen una desarticulación que la unidad de un individuo podría representar.

     En las búsquedas por ser otro, el protagonista pasa por estados de animalidad, en los que la figura del toro es central, pero también atraviesa una transformación física que precisa de un espejo, elemento constante que remite, como todo el relato, al problema de la identidad. El espejo, que sirve para “constatar que se eu ainda sou o mesmo, que outro não tomou o meu lugar” (constatar que todavía soy yo mismo, que otro no tomó mi lugar), pasa de ser un elemento físico a uno simbólico que muestra (o no) una identidad, una imagen verdadera. Esa comprobación de si todavía se es el mismo o ya no, es un ejercicio que el protagonista realiza a lo largo de la novela, al mismo tiempo que van apareciendo señales de la pérdida de contacto con su realidad previa, que él nombra como “disuelta”. Noll hace que lo único que permanezca sea, justamente, la suspensión de la identidad.

     En el mismo sentido, la disolución aparece en lo corporal: el protagonista no come, o come muy poco, como señal de una falta de apego a la materialidad del mundo físico en que vive. Mientras avanzan sus cambios físicos, que van desde el uso de maquillaje, teñirse el cabello, el sentirse un toro, debilitarse por falta de comida, el personaje principal afianza la idea de una “indefinição” (indefinición) de la que ya no regresaría para ser quien era. Podría ser un “alienígena” que necesitaba un rumbo, dice. 

     El estado reflexivo que atraviesa el narrador y que permanece durante todo el relato, tanto referido a la pérdida de su identidad anterior como a la búsqueda de una nueva, acompaña la desmaterialización de su propia persona para transformarse en “aquele amontoado de carne sem nome, destino, moradia” (aquel montón de carne sin nombre, destino, casa).

     Como decíamos, para el protagonista, ese nuevo ser puede confundirse con otro tipo de entidad, un toro, al mismo tiempo que se concentra en un proceso autoreflexivo e indagatorio sobre su propia condición de ser. En la entrevista antes citada, Noll dice que “hay una nostalgia de lo animal, hay una nostalgia de ser lo que uno no es, de ser alguien que no es yo”. Sin embargo, cuando el protagonista se va animalizando, lejos de convertirse en un bicho no pensante, la diferencia entre cultura y naturaleza, entre ser una persona y un animal, se derrumba por completo: él es un ser animalizado pero pensante, enfocado en sus disquisiciones.

     Este ser toro, fuerte y con piernas ágiles se vincula también con la fuerza para caminar, en la medida en que el andar por la ciudad, fundamentalmente a pie, es una metáfora del tránsito permanente, de la búsqueda de llegar a otro lugar, en definitiva, a ser otro. Así, Noll nos detalla los barrios y los espacios de Londres que el personaje atraviesa y habita. Están plagados de olores, suciedad y marginalidad. Es en esos espacios y en los encuentros que se van sucediendo entre el protagonista y otras personas que surge la sexualidad con otros varones. Así como, por un lado, por la devastación de su ser anterior en tanto escritor, “me sentía frígido para as letras” (me sentía frígido para las letras), por otro lado, los encuentros sexuales, casuales, representan todo lo contrario. 

     Por otro lado, es llamativa la forma en que el autor logra prácticamente anular la comunicación del protagonista con el resto del mundo: escasas palabras, poquísimos diálogos, van orientando el interés en los pensamientos y en una serie de acciones confusas e impredecibles. Esto se relaciona con la sensación de incomprensión que el narrador muestra a cada paso y que incluye, por qué no, su propia capacidad de determinar qué es lo que está sucediendo, a pesar de los esfuerzos que realiza por examinar sus sensaciones y pensamientos. Algunos datos le brindan cierta información sobre su estadía en Londres, para qué habría llegado allí y para quién podría ser útil. Sin embargo, en la soledad e incomunicación general en la que se encuentra, lejos de indagar y preguntar a las personas indicadas, se aísla (“eu precisava proseguir sozinho” [necesitaba seguir solo], dice), posiblemente como antesala a su transformación en otra cosa. Ser un reptil sin voz ni columna dorsal, solo con capacidad para penetrar y eyacular, era una de las opciones para la salida de ese estado de sopor existencial y decadencia corporal.

     El problema de este renacimiento buscado y esperado por el personaje principal es que está directamente asociado a la muerte. La muerte es un asunto en el que el protagonista insiste a cada momento. La esperanza de la muerte como salvación de una vida sin rumbo se sincroniza con la experiencia de perder el sentido, como perder la cabeza, pero también el sentido de la vida. Ser un bicho, ser otro, o mejor morir, son las miserables alternativas del personaje. En principio, no se trata de un renacer asociado a una nueva vida, o a una nueva forma de vida, sino a una muerte lenta y onerosa. ¿Cómo refundarse tras la caída si aquello que puede surgir es informe, inidentificable como una nueva vida, un nuevo ser?

     Fragmentación, desorden, indistinción permean todo el relato de Noll. Una indistinción que, por momentos, implica para el personaje no tener identidad, por tanto, parece que no es un proceso de auto-otrificación, ya que no puede convertirse en otro si no sabe quién es él. Hay una mutación no solo del self, sino que lo que entra en crisis parece ser el yo como sistema, donde el problema no es a quién refiere “sí mismo”, sino bajo qué sistema se organiza. No tanto ¿quién soy?, si no ¿qué soy? Son las preguntas que circulan en Lord sin ser dichas pero que resultan inevitables, urgentes.

     El malestar identitario del narrador desemboca o forma parte de una desarticulación de la unidad del sujeto, representado por una congoja y una crisis que se instala sobre heridas del pasado -desconocidas por el lector- pero que se pueden adivinar en el relato del protagonista.

     Finalmente, Noll nos muestra la transformación, el momento exacto en que el protagonista logra ser otro. A pesar de las permanentes referencias a la muerte, el personaje llega al encuentro con la redención necesaria para seguir viviendo. 

     Lo carnal, la sexualidad, lo marginal, lo abyecto, lo real. Todo lo que es imposible de significar está presente en Lord, aunque sea de modo provisorio, hasta encontrar una nueva identidad.

 

1 João Gilberto Noll: "Escribo porque Dios no existe", entrevista a João Gilberto Noll por Christian Estrade y Ernesto Bottini, disponible en https://funcionlenguaje.com/index.php/es/sala-de-lectura/rincon-bibliografico/592-joao-gilberto-noll-qescribo-porque-dios-no-existeq.html

ANA BUGNONE

Es Licenciada en Sociología y se doctoró en Ciencias Sociales en la Universidad Nacional de La Plata. Es profesora de Cultura y sociedad y del Taller de Sociología del Arte en la misma universidad. Investiga sobre procesos socio-culturales y artísticos.