LUCAS YASAR
Dos personas se cruzan en un pasillo de la Facultad de Artes de La Plata. Se conocen de una de las formas más profundas y particulares que pueden existir al vincularse con alguien por primera vez: haciendo música. Tal vez de esa manera descubren rápidamente que en algún punto entienden el mundo desde el mismo lugar, ese donde los sueños no tienen límites, donde la canción enhebra pasado y futuro para transformar muchos presentes, donde el corazón puede ordenar la vorágine de la mente y el cuerpo en una narrativa poética y sonora. De ahí, como en una carrera que corre a la par del tiempo que los vio nacer, Lucio Consolo y Marco Viera, dos Peces Raros, deciden emprender este viaje. Trece años después, con miles de kilómetros encima, estadios llenos, giras internacionales y una escena que los reconoce como un fenómeno de culto que se volvió masivo, vuelven a plantar una bandera, un disco urgente: Artificial .
La urgencia no es intención, no es una pose frívola o interesada, es más bien vértigo. Un disco gestado en tan solo dos semanas de composición, en las que condensan todo lo que tienen para decir aquí y ahora. En un mundo de frecuencias en el que cada segundo se acelera, se registra, se indexa, Artificial aparece como un grito desesperado que exige calma, que lanza un ancla hacia tierra firme en un mar agitado por una vorágine apocalíptica que parece girar en falso con las nuevas inteligencias artificiales.
Por muchos años se asoció la electrónica a una música maquinal, fría, carente de emocionalidad, de humanidad, y, por lo contrario, el rock representa lo humano, lo visceral, la “tracción a sangre”. Sin embargo, esta banda, que desde hace mucho tiempo juega a tensionar la dicotomía entre lo maquinal y lo humano y se planta frente al binomio que enfrenta la ejecución de la música electrónica y el rock, esta vez nos habla con años de conocimiento de causa frente a estas nuevas discusiones en torno a la inteligencia artificial. Lucio lo dice sin vueltas: “No hay arte sin ficción, no hay ficción sin artificios” . Y tal vez sea por eso que en este disco la canción vuelve a estar en el lugar protagonista de esta narrativa. Podemos intuir incluso que detrás de estas producciones de calidad sonora empatada a la industria internacional, hay una militancia poética: lo mínimo y necesario, cada sonido está por algo, cada material musical tiene su lugar, su espacio y su razón de ser. La canción está al frente y sin disfraz:
“Cuando escuchas una melodía, ese sonido lo está creando tu cabeza, realmente no existe porque son un montón de frecuencias en el aire. Bajo esa óptica, no hay nada de lo que vemos o hacemos todos los días que no sea artificial. Es como una contrapropuesta a la idea de lo natural, nada es natural en la creación del arte’’, reflexiona Marco Viera para la revista Rolling Stone.
Livianos sobre el beat en una mano, Peces Raros ya no es la banda de rock que descubre la electrónica. Ahora es una banda de música electrónica que elige volver a poner en primer plano a la canción. Temas más cortos, estructuras más sencillas, armonías que no necesitan complejidad para emocionar. Dos o tres acordes, pocas veces más. Cinco o seis capas de texturas, las justas. Y una búsqueda tímbrica que sutilmente se aleja de aquellas sonoridades cercanas al techno y el progresive que supieron recorrer anteriormente, para acercarse, con precisión quirúrgica, a los sonidos que evocan una electrónica más cercana a la de los 2000. Hay algo de Daft Punk flotando en las voces de Nada Para Siempre. Hay algo de los Beatles, más específicamente de Because, resonando en el arpegio de Desaparecer . Hay mucho de Charly García en las voces paneadas en estéreo y ese consecuente efecto chorus que muy finamente resignifica Lucio en su voz. Hay miles de referencias, sí, pero sobre todo hay un lenguaje propio, auténtico y consolidado que abraza una nueva reinvención estética que no abandona la profundidad de su propuesta.
Los que venimos siguiendo de cerca este viaje desde su despegue, que fuimos a verlos a todos los escenarios y vivimos en el pecho las emociones que te atraviesan cuando estos discos se hacen cuerpo, voz y comunidad, seguimos resonando en aquellas preguntas que nos hacen Lucio y Marco. Sobre la existencia, la oscuridad y la muerte, sobre aquellas sombras en la pared, la noche, las ilusiones, desconfiguraciones y fabulaciones. En esta era artificial, aunque muy grande es la bandera que plantan hacia el contexto social y cultural, en ninguna de las canciones dejaron de cantarle, ante todo, al amor. Y esta vez lo hacen entendiendo que las formas y las dinámicas de los vínculos también se ven atravesadas por esta nueva era. Dice Marco: Simplemente decir: “amor”. Nada para siempre. Todo lo demás no importa. En una frase de solo once palabras, ubica al amor en el pasado y lo celebra hasta en su exceso. Lucio por su parte nos canta No sé ni lo que siento, ¿Y si tocara el cielo? ¿O si besara el suelo? No lo sé. No, no, no. Solo sigo el juego. Nunca sentí celos. No no no, todo movimiento se consume, se consume, se consume. Una vez más el poder de la canción habita el devenir de lo dicho y lo no dicho. Lo emocional se enhebra con la incertidumbre, con ese bucle existencial que no busca respuestas sino sostener las preguntas. Solo preguntas aparecen. Y en ese vaivén entre el cielo y el suelo, entre el juego y celos, el amor —como idea, como pulso, como vértigo— vuelve a decir presente. Como si la única certeza posible en esta era artificial fuera, todavía, la certeza íntima de un sentimiento que se niega a apagarse.
Así estas dos personas, que 13 años atrás se conocieron en los pasillos de la Facultad de Artes, hoy vuelven a trazar, como lo han hecho reiteradas veces en su carrera, esta vez desde Argentina para el mundo, futuros caminos para el rock, el pop y la música electrónica del mañana.
Es músico, productor artístico y licenciado en Música Popular. Graduado en la UNLP. Docente e investigador doctorando en el IPEAL (FDA). Actualmente lidera el proyecto artístico denominado YASAR.
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación | Universidad Nacional de La Plata
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