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BIOGRAFÍA / HISTORIA

MARCELO SCOTTI


Magnetizado (2018)
de Carlos Busqued

    

     En el principio fue la violencia, pero ¿cuál? ¿La de la madre? ¿La de la familia? ¿La del estado? 1982, un joven de veinte se mueve solo en el oeste de la capital, en la frontera con el conurbano. Mataderos. Acaba de salir de la colimba y de abandonar un negocito que le montó su padre. Está desarmado ante el mundo, pero va armado. En unos pocos días comete cuatro asesinatos, cuatro taxistas, en el radio de unas pocas manzanas, tres en Capital Federal, uno en la provincia. Dos causas diferentes, dos diagnósticos opuestos. Treinta y dos años después, él sigue sin saber por qué  mató.

     Aquel trágico asunto policial, devenido en larguísimo cautiverio se narra en este libro con un respeto extraordinario. De un lado, no se trata de reponer la curiosidad del caso y de su parcial resolución; no se trata, tampoco, de fatigar los anales del periodismo de crímenes para extender o sobre interpretar los hechos y sus efectos. Del otro, no interesa el tema del asesino y sus variaciones tipológicas para consumo morboso de los lectores. El cuidado del autor es múltiple y productivo: opera sobre un sujeto que se dispone a hablarle y, al mismo tiempo, hace de ese testimonio una elusiva lectura sobre el mundo desde una perspectiva que no es enteramente la de su entrevistado y tampoco es del todo la propia. Busqued da con un sujeto y crea entre sí y ese hombre una nueva versión de la historia.

     ¿De cuál historia? No tanto de la del caso policial, que se reconstruye con la mínima precisión necesaria a través de las varias nebulosas de las décadas transcurridas: está lo que se sabe desde entonces y lo que desde entonces se ignora, pero lo que interesa es lo que permite conocer al sujeto, al que fue desde el que recuerda. Tampoco exactamente la del largo trajinar del reo por el circuito de cárceles, hospitales psiquiátricos u ominosas combinaciones entre ambos, que se narra interrumpidamente en el texto y que deja ver al fondo y en proyección la forma de ese monstruo de la punición y el arrasamiento subjetivo que nos sigue definiendo en tanto sociedad quizá mejor que cualquier otra institución de las que sostenemos con nuestros recursos; la historia que se sugiere aquí, sin terminar de encadenar sus eslabones, es a la vez más grande y más larga que la que da lugar al libro: se reúne en torno de la violencia de un sujeto particular, arbitraria, excepcional en su vida, inmotivada; se envuelve en una infancia de castigos maternos, de palizas escalofriantes, de tenebrosas enseñanzas espiritistas, de amenazas insoportables. Se estaciona en un servicio militar a la sombra, en un largo calabozo en aislamiento, con las armas como única compañía. Se encuentra de pronto en la calle, en la intemperie subjetiva, sin lazos con el mundo, aterrado de soledad y arrastrado a una violencia criminal que lo excede y a la vez lo alivia. Se conduce a una larga noche de penitencia sin bordes, de la cárcel al psiquiátrico, objeto de las pichicatas paralizantes, de los fármacos abismales y de los palos amansadores; mientras la justicia, que lo halla a la vez imputable e inimputable, proyecta sobre el sujeto su propia condición esquizofrénica. Y sobrevive, diez, veinte, treinta años… Insólitamente, sobrevive a sus hechos y los hechos de los otros, a los crímenes que cometió y a los crímenes que sobre él se cometieron. Y habla… Y al hablar, de lo que sabe, de lo que aprendió y de lo que ignora, narra desde una distancia cavada dentro de su propia experiencia una historia mayor que la de la propia biografía y conduce fuerzas que lo han definido como sujeto pero que han definido también la forma del mundo en el que su vida ha sido. El mundo de afuera y el mundo de adentro, lo que no siempre es aquí el de la libertad y el del cautiverio.

     1931. En la Alemania que conducía al nazismo al poder, Fritz Lang narraba en M la locura criminal de un sujeto y, en espejo, la otra, la del mundo que lo perseguía para expiar en él los signos de su gradual enloquecimiento.

     1965. En el clímax del ‘modo de vida (norte) americano’, Truman Capote reconstruía en A sangre fría los asesinatos de los cuatro integrantes de una apacible familia de Kansas. A su través, elaboraba otra imagen de la sociedad norteamericana, de ciertas raíces de su violencia, de las muchas violencias reunidas en un crimen tremendo.   

     2018, Busqued dibuja en Magnetizado ciertas líneas anómalas sobre las últimas décadas de la historia argentina. Su trazo no es continuo ni uniforme, digamos mejor que sugiere posibles constelaciones sin apartarse de la palabra de su entrevistado. Lo hace, es muy importante destacarlo, respetando la voz de un sujeto que pertenece a una porción del mundo que no escuchamos, que no sabemos, que solemos suponer o nombrar con nuestras propias palabras, engañosamente bienintencionadas. Lo hace haciéndose a sí mismo parcialmente a un lado, para que podamos acceder a los propios términos del sujeto y a la lógica de un relato personal que deviene de una experiencia intransferible, cuya complejidad y espesor se perfilan y se auscultan en la palabra de Melogno y en los cautelas de Busqued. No hay aquí explicaciones científicas suficientes, reconstrucciones acabadas, revelaciones esclarecedoras; no hay tampoco lugar para la fascinación por el caso y para esas maniobras de dudosa identificación con la violencia y la extrañeza ante lo que el otro ha hecho. Hay, sí, sin embargo, una extraña transparencia que se cimenta en un diálogo que deja ver un vínculo de confianza en la palabra y en la escucha del otro que remite en parte a la posición de un analista, pero que se detiene en el umbral de la propia ignorancia del escritor ante aquello que le trae el sujeto y que no se puede terminar de nombrar con diagnósticos o formulaciones clínicas. En ese punto delicado en el que el escritor compone y define su propio límite de saber, que adquiere en el libro la forma de un respeto dedicado y atento, se oye algo que sólo el otro puede sugerir y que se extiende a lo largo del tiempo como una sombra que alcanza aún la oscuridad de sus motivos criminales y que los relanza sobre el mundo mientras los extiende a lo largo del tiempo. ¿De dónde proviene y hacia qué se dirige esta violencia, la propia y las que me han aplicado a lo largo de tantos años?

     El libro, por supuesto, no responde a la pregunta, pero el autor la invoca y la sitúa entre la infancia de Melogno, el vínculo con su madre y el sistemático maltrato institucional en diferentes instancias por más de treinta años, de la escuela a la conscripción, de la cárcel al hospital, del hospital a la cárcel. Pero el trabajo preciso del escritor se afirma en sus renuncias: a explicar al otro, a ofrecerlo como caso, como rareza o como mero síntoma de lo social, a explotarlo como personaje. Así, y más allá de cualquier parábola histórica más amplia que podamos trazar, la materia más sensible de este libro se compone al escuchar a aquel asesino en la reflexión de este hombre distinto, entrever en su violencia los signos de otras y atisbar en su relato lo que le ha permitido sostenerse o construirse ser humano a través del terror que lo ha constituido y atravesado y del que puede tomar al cabo una distancia mínima pero visible que le permite hoy preguntarse sobre sí y sobre los otros.   

     Busqued se enfrenta a un misterio que no se puede resolver con una respuesta concluyente y se encuentra con un hombre que le devuelve otro misterio más grande, más abierto y más oscuro. En su libro, que traza con deslumbrante precisión ciertos contornos de lo que no se sabe, se escucha un testimonio personal sobre un caso policial, se delinea una biografía en las sombras, se entrevén perfiles históricos de una sociedad y de sus instituciones; pero mucho más que todo esto, o por sobre todo esto, se presenta una persona

MARCELO SCOTTI

Es profesor en las carreras de Historia y de Ciencias de la Educación en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la UNLP y es docente de la FLACSO Argentina. Ha publicado recientemente el libro Transficcional, para abordar el malestar en las prácticas socioeducativas, a través del cine en diálogo con el psicoanálisis.