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HISTORIA / PERIODISMO

GASTÓN GALLI


78. Historia oral del Mundial (2018)
de Matías Bauso

 

El Mundial 78. La fiesta que queremos olvidar

 

     1978 fue el año en que se disputó la Copa Mundial de la FIFA Argentina ’78. También fue el año de la intensa agitación pública y movilización de tropas para la recuperación de las Islas Picton, Lenox y Nueva en la zona del canal de Beagle. Además, se llevaron adelante otros debates en los medios de comunicación como los que se referían a los planes políticos del Proceso de Reorganización Nacional, o el generado a partir de la valiente denuncia de un Obispo de la Iglesia Católica respecto al peligro de que las Matemáticas Modernas tuvieran un origen y orientación marxista – leninista.

     El Mundial fue un punto de quiebre en la historia del fútbol argentino, poniendo los cimientos de la organización de la Selección Argentina, jerarquizando su importancia y dotándola de una estructura que hasta entonces no existía. Todo ello a partir de la iniciativa del Director Técnico César Luis Menotti.

     Recién a partir de ese Mundial, la Selección Argentina fue considerada un rival a tener en cuenta y un eterno candidato, clasificándose para todos los torneos que se jugaron desde entonces y obteniendo dos campeonatos y dos subcampeonatos. Desde el punto de vista deportivo, el Mundial ya reúne suficientes elementos de interés para una investigación.

     Pero hay mucho más que eso. Porque el campeonato significó también un evento de fuerte impacto y movilización social que significó una verdadera conmoción para la dictadura militar y un recuerdo que resultó cada vez más incómodo para la sociedad que lo había vivido como La Fiesta de Todos, como presenta muy bien el libro que nos ocupa.

     Matías Bauso (abogado, periodista y escritor) llevó delante la más profunda investigación sobre el Mundial 78 que se haya encarado hasta hoy, superando (y conteniendo) toda la bibliografía anterior, ciertamente no muy abundante, desde trabajos serios e interesantes (El Terror y La Gloria de Abel Gilbert y Miguel Vitagliano) hasta obras más imaginativas, interesantes sólo para lectores que disfruten de los libelos (El Director Técnico del Proceso de José Luis Ponsico y Roberto Gasparini).

     El libro comienza con una afirmación que parece temeraria: “Gran parte de lo que se cree saber sobre el mundial 78 es erróneo. No se ajusta a lo sucedido. La historia de ese campeonato se inundó en las últimas décadas de una inmensa cantidad de mitos y falsedades que a fuerza de repetición han pasado a integrar el canon discursivo del Mundial. Son estos axiomas, replicados al infinito, los que hoy definen al campeonato y sus circunstancias –fue mucho más que un Mundial- por más que sean falsos o flagrantes construcciones posteriores sin demasiado sustento en la realidad.” Más adelante agrega: “Los principales postulados sobre el Mundial 78 están fosilizados. Cada vez que algún intelectual, periodista o político se refiere al tema, lo hace con alguna de las frases que integran el blindado catálogo de lugares comunes con que se habla en la discusión pública del campeonato”. Enuncia luego los principales lugares comunes que se propone cuestionar.

     Quien tema (o anhele) que el procedimiento a seguir de allí en adelante por el autor sea una sucesión de revelaciones sensacionales o denuncias espectaculares se sentirá totalmente decepcionado. Lo que sigue es la tranquila y minuciosa transcripción de testimonios y documentos que permiten vislumbrar una realidad más compleja, menos apetecible para los entusiastas de las teorías conspirativas y ciertamente más incómoda para todos aquellos a los que le resulta tranquilizadora la colocación del Mal todo junto y, sobre todo, ejercido exclusivamente por los Malos.

     El libro pretende cubrir todos los aspectos del mundial: los organizativos, los deportivos, los sociales, los políticos. En cada uno de estos temas ofrece elementos suficientes para formular juicios fundados. A algún lector le puede resultar por momentos tedioso, pero logra siempre una fuerte impresión de solidez y seriedad.

     Como adelanta el título, se trata de una historia oral. Así transcribe testimonios, tanto contemporáneos a los hechos como el resultado de entrevistas actuales. Protagonistas, testigos y analistas suministran material para muchas y muy variadas reflexiones.

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     De las muchas cuestiones que libro plantea, quisiera destacar dos: la utilización política del campeonato y los cambios de la memoria colectiva respecto al Mundial, reinterpretando el pasado hasta modificarlo.

     El Mundial 78 y la Recuperación de la Islas Malvinas, con todas las diferencias que se pueden (y deben) señalar, constituyen los dos grandes “momentos fascistas” del Proceso de Reorganización Nacional y en el que se produjeron fenómenos que no se repitieron durante los otros años de la dictadura: movilizaciones masivas que celebran victorias obtenidas por el país entero y que pueden llegar a interpretarse como un apoyo al gobierno (o, al menos, como una pacífica aceptación del mismo).

     En 1978 estas movilizaciones tomaron de sorpresa a los militares, porque contradecían todo lo que políticamente querían mostrar: un país ordenado, limpio y en paz. Todo ese estado de movilización le daba un cariz “populista” que lo acercaba al país que había que dejar atrás. Además, no había elementos que permitieran anticipar que el campeonato produciría motivos de festejo. Los antecedentes no hacían suponer que la Selección Argentina iba a tener un papel muy destacado en lo futbolístico, así que la aceptación del slogan “Argentina ya ganó” por el hecho de haber llevado adelante una organización impecable y presentar una imagen de paz y tranquilidad en el exterior eran los objetivos políticos más importantes de las autoridades. Pero de repente se encontraron con miles de personas celebrando en las calles.

     “El Proceso hasta junio del 78 era un régimen totalitario, represivo, que había llevado adelante una matanza clandestina y que gobernaba a masas silenciosas. El Mundial produjo un quiebre. Un elemento más se agregó y ya no salió del menú de la dictadura militar”. Ese nuevo elemento, masas movilizadas por motivos positivos y no para protestar, le dieron a la dictadura un nuevo carácter, más cercano al fascismo, con una voluntad de aprovechar políticamente esa movilización y sus condimentos clásicos: el unanimismo y un nacionalismo ostentoso.

     Hay que decir que la cultura política argentina era (¿es?) sensible a la idea de todos unidos con el mismo objetivo y, sobre todo, defendiéndose de los extranjeros que quieren quedarse con lo nuestro y nos calumnian y mienten, montando campañas anti-argentina. No hace mucho, por ejemplo, Elisa Carrió, entonces una figura teñida de progresismo, profetizaba “vienen por el agua” (antes de pasarse con armas y bagajes a otros discursos más rentables).

     1978 fue un año de fortaleza política para la Dictadura y el campeonato ciertamente ayudó. Pero la propia naturaleza del régimen le impedía sacar provecho duradero a este clima favorable. ¿Qué podía hacer? ¿Buscar una salida electoral prematura? ¿Organizar algún plebiscito? Abrir la Caja de Pandora de la participación política era un camino vedado porque iba en contra de aquello que el discurso antipolitica del régimen más condenaba, la participación popular directa. Primero había que llevar adelante la Reorganización Nacional que cambiaría todo, recién después llegaría el momento en que la ciudadanía estaría madura para elegir correctamente, sin repetir los errores del pasado. Como le sucedió antes a la autodenominada Revolución Argentina, la búsqueda de una salida política comenzó tarde y ya en momentos de un mayoritario repudio al régimen.

     El Mundial fue usado políticamente, pero al gobierno le sirvió poco y para el corto plazo y, además, atrajo la atención de parte del periodismo extranjero sobre lo que sucedía en Argentina. Fue una consecuencia que gravitaría sustancialmente en complicar las relaciones internacionales de la dictadura (especialmente con los países europeos) y que sumaría dificultades a los últimos años de su estancia en el poder.

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     El deterioro político del Proceso y su posterior condena masiva tiñó la memoria del campeonato. “El Mundial pasó de ser considerado la cumbre de nuestra historia futbolística a ser uno de los eventos infamantes de nuestra historia contemporánea” sintetiza Matías Bauso.

     Esta relectura no es sólo una reinterpretación de lo ocurrido, sino que incluye un cambio de los propios recuerdos, mezclando sucesos que ocurrieron en otros momentos y, lo que es más notable, mostrando actitudes de resistencia llegando a “forzar un heroísmo inexistente, generado retrospectivamente” (algunos ejemplos son directamente ridículos, como el documental “Fútbol Argentino” que imagina multitudes silbando a Videla que las propias imágenes que exhibe desmienten).

     Este fenómeno no es único. Libros cómo Mi abuelo no era nazi (de Welzer, H.,  Moller, S. y Tschuggnall, K.) muestran la necesidad y las dificultades para hacer coincidir los recuerdos familiares y el conocimiento histórico externo y aceptado, articulando memorias de distinto origen y registro (más emocional una, más intelectual la otra).

     Es que existe una incomodidad evidente en los recuerdos propios: la sospecha de que quienes no estuvieron allí pueden interpretar la falta de gestos heroicos o resistentes como una complicidad con el régimen. Y, por supuesto, los festejos colectivos como una manifestación de apoyo abierto y decidido a todos los aspectos de la dictadura.

     Dos excusas suelen esgrimirse para justificar, en primera persona, la falta de actitudes de abierta oposición y resistencia: una es la ignorancia respecto a los peores crímenes, la otra es el miedo. Es posible que, en muchos casos, sean excusas sinceras, aunque la ignorancia pueda ser resultado de no querer saber y el miedo una manifestación particular del miedo genérico que se traduce en la consigna no te metás.

     Más interesante es el resto, que vivía con normalidad y sin muchos cuestionamientos en una situación que hoy vemos como anormal. Ese clima, tan especial y tan difícil de transmitir, es tal vez la clave para entender que pasó en la sociedad argentina en 1978. (Una aproximación inteligente y provocativa a esa “normalidad” se encuentra en el capítulo “Operación Ternura” del libro de Tomás Abraham Historias de la Argentina deseada).

     Resulta muy difícil reconstruir la vida cotidiana bajo regímenes autoritarios, porque sus crímenes y sus miserias contaminan todo lo que tocan, incluso el golazo de Leopoldo Jacinto Luque a la Selección de Francia. Este libro ayuda a comprender ese extraño mundo.

GASTÓN gALLI

Veterano alumno de la carrera de Historia de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata. Ha escrito ensayos, intervenciones y reseñas para distintas publicaciones, algunas de las cuales dirigió.