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POESÍA
LUZ SALAZAR LANDEA


Brilla, sombra (2021)
de María Ragonese

brilla sombra



Una perla silenciosa entre las cosas de este mundo

     Brilla, sombra es un pequeño libro, casi cuadrado, publicado por Índigo Editoras el invierno pasado. Pertenece a la colección hilos, que indaga ese tejido que empezamos a llamar escrituras de mujeres: escrituras femeninas, siempre en plural, siempre en cursiva. ¿Qué materias conforman ese telar? ¿Qué patrones permiten vislumbrar esas genealogías, a la vez reinventadas y las mismas de siempre? 

     María Ragonese busca escribir habitando el silencio y escribir también como escribe una niña. Brilla, sombra va al corazón de las heridas y encuentra un aroma dulce cuyo origen está en las plantas y la infancia: sólo en la inocencia del juego está el verdadero dolor. Este viaje hacia el pasado es además la búsqueda de una genealogía, de un linaje. Así como la infancia es un espacio salvaje, de oler el suelo y llevarse la tierra a la boca (“La pureza se enredó con el llanto/ y después hubo otra vida, salvaje/ olía el suelo, me lo llevaba a la boca”), la presencia de la madre está unida a una existencia animal y vegetal. La madre es una loba que se aferra a la tierra y la mastica, pero también guarda secretos de la abuela, seguramente en un cuaderno gastado: “a mi madre le pido / parte de mi abuela […] le digo necesito compartir / esta familia de mujeres”.

     Brilla, sombra es un conjuro para hacer llegar las horas mágicas de la tarde, aquellas que transforman, con su brillo particular, las pelusas en amuleto. Aquellas horas en que las abuelas contaban historias en silencio, entre tazas de té y botones de nácar. El título del poemario aloja una dualidad: el origen de la genealogía es brillante y sombrío, alberga a la vez la creación y el dolor. 

     Brilla, sombra es un poemario del devenir y de la transformación. La materia desordenada, ante el tacto, deviene súbitamente otra cosa. Lo terrestre deviene lo marino y lo marino deviene una casa: una cama, unas sábanas, una yegua en el campo. Las nubes, liberando esporas, devienen hongos. Una agita ”las cortinas y aparece dios”.

 

     L.S: El poema donde se menciona el título Brilla, sombra habla de estas palabras como conjuro, como forma de invocar ciertas horas de la tarde. Quería preguntarte sobre la  noción de conjuro, y si lo relacionas de algún modo con tus vivencias con la poesía y con tu rol de poeta. 

 

     M.R: Me gusta mucho Derrida cuando piensa la conjuración y me interesa el psicoanálisis, por lo que mi sensibilidad respecto del acto de “conjurar” seguramente tiene un diálogo tácito con esto, aunque no lo había pensado ni mientras escribía el libro. Creo que usar palabras siempre juega con la idea de conjurar: de traer con la voz o evocar algo que no está. La poesía juega especialmente con esos bordes, con esos límites. Sobre los usos directos o indirectos que podrían leerse en este libro, condensados en la idea “brilla, sombra”, creo que hay cierto recorrido sobre diferentes aspectos del término: hacer magia o rituales con la palabra y con las manos, con el cuerpo; convocar o pactar con lo que no está; traer presencias que construyen alianzas; exorcizar, etc. Coexistimos con la ausencia y con millones de cosas que carecen de palabras, entonces escribir también podría ser pensado como un acto de conjuro constante en donde se crean espacios y pactos posibles y momentáneos para vivir y pensar la experiencia.

 

     L.S: El libro forma parte de la colección hilos, que aúna un tejido de escritoras mujeres. Quería preguntarte si te sentís identificada con la idea de una escritura femenina, y cómo vivencias tu rol de poeta en este sentido. 

 

     M.R: Me parece interesante que la editorial, tanto en esta colección como a nivel general, se posicione políticamente respecto de lo que publica o a quiénes publica. Está la decisión explícita de publicar a mujeres, pero utilizan el concepto de mujeres cursiva, que implica poder abrazar una diversidad o fluidez identitaria y no una cerrazón en ese sentido. No pienso en mi escritura como “escritura femenina”, históricamente encasillada en “cosas escritas por mujeres”, me parece muy general, no me identifico con eso básicamente porque no me resulta productivo para pensar en lo que hago o intento hacer, cosa que tampoco es fácil sobre la propia escritura, ni me sirve para pensar en otras escrituras. En todo caso me identifico con la idea de una escritura feminista y esto no tiene que ver solo con los “temas” sobre los que se escribe (que igual es sumamente importante, por ejemplo en el cruce entre lo íntimo y lo político), sino también con el tratamiento formal, estético y político, y cómo todo eso forma parte de una historia de la escritura (y de la lectura) que tradicionalmente fue codificada (entonces también cristalizada) y acaparada por las condiciones de producción patriarcal y sus productos hegemónicos. La suerte de la poesía, de modo amplio, de leerla y escribirla, en un punto tiene que ver con la posibilidad de dañar y reparar la realidad, el mundo, de dañar sus códigos, historias, pactos y horizontes, y de construir otras respiraciones, otras articulaciones posibles, y por ende otros sentidos. Como persona que escribe no dejo de sentirme fascinada por la posibilidad de jugar con las palabras, con el potencial que cargan para desgenerar.

 

     L.S: ¿Cómo fue tu experiencia de publicación con Índigo editoras?

 

     M.R: En todos los aspectos fue una experiencia bonita. Brilla, Sombra es mi primer poemario publicado y se editó al mismo tiempo en España y Argentina, cosa que hizo que las lecturas del libro se ampliaran tal como el territorio. Antes de eso, me sentí muy agradecida por la invitación a publicar; luego, por cómo se desarrolló el proceso de trabajo con la editorial, con tiempos súper amigables y respeto por las voces que hacen que un poemario llegue a ser un libro, es decir, un objeto que en esa instancia ya trasciende mis decisiones ligadas a la escritura. Al mismo tiempo, si bien la editorial tiene su base en España, lo cierto es que traza unos mapas de trabajo y escrituras con mucha presencia en América Latina, y esto hace que los diálogos y lecturas no solo se extiendan por la impresión, distribución, etc. (el acceso al libro físico), sino también por la familia de libros que se arma.

 

     De una escritura innovadora, densa y perfumada, María Ragonese apuesta a una poesía que trabaja con el vacío, con dañar la realidad y reescribirla desde un grado cero: “Lo que está lleno/ revela su vacuidad/ con la primera luz del día. Nuestro acto de fe/ es vernos/ como un pedazo de campo verde”. Ese vacío opera entre los versos y contribuye al salto juguetón entre lo íntimo y lo político, entre lo singular y lo multiforme, entre lo subjetivo y lo colectivo. Desde allí comienzan a sonar las respiraciones-otras de una escritura feminista que hechiza y subvierte lo real para mostrar su reverso dulce y callado: “Años cincuenta,/ las mujeres se reunían a contar/ botones de nácar./ A veces/ deslizaban otras palabras/ un ojo morado/ cubierto de polvo,/ un budín que lo endulzaba.”

LUZ SALAZAR LANDEA

Es Licenciada en Letras por la Universidad Nacional de La Plata. Actualmente trabaja en la misma Universidad como becaria de investigación del CONICET en el área de literatura argentina contemporánea, y como docente de literatura en el nivel secundario.