Lo que escapa a la visión
Lejos de ser experta en el arte de Magritte, me acerco a su obra desde aquello que ignoro y a partir de allí elijo presentarlo.
René Magritte, nacido en 1898, fue un artista visual que buscó despertar la sensibilidad de la persona espectadora en relación a su entorno y a las imágenes que la rodean. Exploró el vínculo de las imágenes con las palabras y se propuso nombrarlas de un modo que se establezca una brecha productora de resonancias.
Los nombres elegidos por él no ilustran sus pinturas ni las explican, sino que dan cuenta de algún rasgo de la obra que escapa a las primeras impresiones y espera ser cernido en ese hueco que se abre entre la imagen y la palabra. Por ello, quienes contemplan sus pinturas son parte de lo que la obra quiere transmitir, recreándola infinidad de veces.
¿Lo visto es lo que el artista tenía intención de mostrar?, ¿tienen sus obras la interpretación de una pregunta?
Lo enigmático
¿Qué imágenes circulan en la actualidad? Si bien el interrogante y este artículo remiten a las imágenes materiales y digitales, también interpelan sobre aquellas que cada cual crea sobre sí, sobre su relación con la otredad y acerca de su estar en el mundo ¿Cuáles son esas imágenes?, ¿cómo se forman?, ¿de dónde vienen?, ¿a quién le pertenecen?, ¿qué lazo entabla cada quien con ellas?, ¿qué imágenes producen las instituciones de nuestra época?, ¿cuáles son parte del colectivo social?
Me propongo revisitar la obra de René Magritte para explorar el vínculo que establecemos con este material visual en la actualidad, contexto cultural atravesado por el uso del celular, las redes sociales y la inteligencia artificial. Se trata de una época plagada de imágenes que proliferan a grandes velocidades y capturan la mirada o la exponen a un exceso que la ciega. Las imágenes se vuelven abrumadoras o producen gran júbilo y la mayor parte de las veces se asocian a una verdad indiscutible, cristalizando y cristalizándose. Expresa Eva Lootz al respecto de la época, de lo visible y lo simbólico: “la inflación progresiva no ya de la imagen, sino de lo visible en general, (…) coincide con una radical devaluación de lo simbólico” (Lootz, Eva, Lo visible es un metal inestable, Árdora, 2007, p. 28).
Ante la saturación e inmediatez de las imágenes, se abre el interrogante sobre cómo el vínculo que cada quien establece con las mismas afecta su relación a la palabra y a la manera de recepcionar y experimentar las temporalidades del discurso.
¿Por qué apelar a la obra de Magritte para explorar la época actual?, ¿cómo es posible que un artista de otro tiempo muestre algo que está fuera del horizonte de su época?
Elijo sostener este interrogante y con él volver sobre su obra. En el cuadro podemos ver que desde adentro de un espacio luminoso que contiene una abertura arqueada se aprecia el mar acompañado por un cielo despejado. Al interior del lugar encontramos sobre el suelo una esfera negra y a su lado un caballete con una pintura en la que se puede ver la continuación del paisaje exterior. La obra fue nombrada por su creador como “La condición humana”.
¿Es la pintura que está dentro del cuadro una representación fidedigna de la realidad?, ¿qué delimita las fronteras entre el interior y el exterior?, ¿qué dice la obra sobre la condición humana?
Una de las primeras cuestiones que a mi entender da a ver la creación de Magritte, haciendo foco en la pintura que refleja la continuación del paisaje exterior, es que la imagen muestra aquello que oculta. Creo que aquí podemos encontrar un indicio, un rastro a seguir que interpela sobre lo evidente.
Otro de los asuntos a los que nos convoca el artista es a posar la mirada sobre la abertura arqueada que relaciona el espacio interior con el exterior. No hay una puerta que introduzca alternancias, aperturas y cierres, estableciéndose una continuidad espacial y temporal.
Lo último en lo que me voy a detener es en la esfera negra ubicada en el interior del recinto. ¿Qué hace ahí?, ¿qué es?
Ese detalle de la obra se convierte en un enigma, en una mancha que establece una ruptura con la armonía de la paleta de colores y el paisaje. Además, su opacidad no nos deja saber qué hay detrás de ella, configura un ángulo ciego de la visión (Lootz, 2007).
Lo actual del vínculo con las imágenes
Es de una asombrosa lucidez poética la forma en que algunas de las capas de la obra de Magritte interpretan lo que el artista ignora en relación a la actualidad, especialmente sobre aquello que produce malestar o gran júbilo en nuestro vínculo con las imágenes. ¿Cuál es nuestro modo de relacionarnos con ellas en esta época?
En el vínculo que como personas espectadoras y productoras establecemos con las imágenes pareciera que las mismas vienen a ocupar el lugar de evidencia de una verdad indiscutible. Proliferan en las redes, en nuestros celulares y median nuestros vínculos personales y laborales. Tienden a presentarse a nuestra mirada sin reflejos ni opacidades, más bien al estilo de la nitidez del cielo despejado de Magritte, volviéndose imágenes-signo, imágenes cristalizadas. El signo en lingüística se forma por la unidad entre un significante y un significado, no admite multiplicidad de interpretaciones ni conlleva resonancias.
¿Qué mirada produce esta cultura visual? Una mirada nublada. Las nubes que no encontramos en el cielo de Magritte, aparecen en los ojos de la persona espectadora, convocada a un lugar pasivo producto de la pregnancia de las imágenes. A diferencia del público curioso y activo que necesitan las obras de este artista, actualmente la mirada de quien observa es propensa a quedar congelada en la eternidad de un instante que no da lugar a los pliegues. Estamos ante ojos que no pestañean, obnubilados por lo visto en continuidad con la imagen, al estilo de la abertura arqueada sin puerta del cuadro. ¿Será de este riesgo que advierte la ausencia de puerta? Una puerta, al igual que el párpado, se abre y se cierra. Delimita espacios y tiempos, los discrimina. Produce separaciones entre el adentro y el afuera. La obra transmite una continuidad que invita a interpelarnos.
Siguiendo los indicios de Magritte y causada por la fotografía, propongo pensar a esta última como un arte que, paradójicamente, puede echar luz a lo epocal y a su vez producir nuevas formas de relación con lo visual.
Ciertamente se trata de una paradoja ya que en una época en la que la mirada es capturada por imágenes que proliferan, apabullan o fascinan, decir que la fotografía puede venir a airear algo de esa relación parece contrario al sentido común, que llevaría a pensar en la necesidad de limitar o disminuir su uso y circulación. Es paradójico porque a la vez que la fotografía crea imágenes en un mundo plagado de ellas, propone otro modo de relación con ellas.
Lo que la fotografía revela
¿Qué revela la fotografía?, ¿qué huecos produce y qué se escucha en ellos? En primer lugar, la fotografía es una técnica y un arte que da cuenta del proceso de creación de imágenes a partir del uso de una cámara de fotos.
Estamos hablando entonces de las imágenes como una construcción que ocurre en diferentes tiempos. Comienza con la elección de aquello que se va a fotografiar, continúa con el instante en el que se decide hacer la foto y sigue con el revelado y el tratamiento que se le da al material obtenido. Resonando con Magritte, existen huecos entre estas capas de creación ya que siempre hay una brecha entre lo que se quiso fotografiar, lo fotografiado y la fotografía revelada. Así como entre esta última y lo visto e interpretado por la persona espectadora. Entre esas distancias, discontinuidades y desajustes se ubican los pliegues que dan lugar a lo enigmático.
Pensar la imagen en términos de construcción articulada a diversas dimensiones, apunta a desnaturalizar la mirada y conduce a un modo diferente de entender la observación, ya que desde esta perspectiva lo visto no remite a lo evidente sino a un registro singular y complejo anudado a una interpretación. En este sentido, podríamos pensar que la fotografía subvierte la relación de la persona espectadora con la imagen, ya que despoja a esta última del estatuto de signo que cautiva la mirada, devolviéndole el estatuto significante que admite múltiples resonancias y pone en juego un decir a medias.
En segundo lugar, la fotografía implica una elección, que es la de quien fotografía. ¿Quién es esa persona?, ¿cuáles son las coordenadas subjetivas que dan marco a su producción?
Si bien en la mayoría de los casos esos detalles suelen pasar inadvertidos, son elementos que aportan información a la imagen ya que una foto tiende a mostrar la manera en que ve quien saca la foto. Esta capa de la fotografía hace a la opacidad de la imagen, constituyéndose en un ángulo ciego de la visión (Lootz, 2007), como el introducido por la esfera negra del cuadro de Magritte.
Quien fotografía toma decisiones conscientes e inconscientes sobre qué quiere contar y sobre cómo contarlo, sobre los planos, la nitidez, los desenfoques y sobre aquello que queda fuera de cuadro. En la foto está lo que se ve y lo que no se ve. Este aspecto requiere de una persona espectadora que sepa interpretar el lenguaje de las imágenes y las decisiones tomadas por quien sacó la foto. La fotografía es escritura, se escribe con luz en un juego de alternancias con las sombras y, como toda escritura, necesita de la figura del lector. Por ello invita a una relación dialogada con la imagen, produciendo efectos subjetivantes y de lazo social.
Se podría decir, articulando lo revelado por la fotografía con el convite de la obra de Magritte, que la imagen se convierte en foto-texto en tanto pasa a ser leída por alguien, pero sin la presencia de esa mirada lectora corre el riesgo de quedar en la dimensión de la imagen-signo, provocando la erosión de lo simbólico.
Lejos del sentido común que instala la época, las imágenes fotográficas no representan lo evidente sino que están hechas de pliegues y opacidades. Si la imagen-signo cautiva la mirada y la anuda a verdades cristalizadas, la fotografía invita a interpretar la foto-texto y a explorar la porosidad de las imágenes, sus bordes, intersecciones y su reverso. En consonancia con la obra de Magritte que interpela nuestro vínculo con lo visible a partir de la brecha que introduce entre las imágenes y la palabra, la fotografía resignifica lo visible en tanto lo entiende como un material que se conforma no solo con lo que aparece en el campo visual sino también con lo que está fuera de él y emerge en los reflejos y ángulos ciegos. El registro de lo visible admite pluralidad de versiones que también se manifiestan en lo invisible, en el reverso, en lo que se presenta en los límites de la visión y se revela al borde de las palabras.
Psicoanalista, educadora y fotógrafa. Profesora e investigadora del Programa Psicoanálisis y prácticas socioeducativas en Flacso Argentina. IICSAL FLACSO-CONICET/Área de Educación-PLySE
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación | Universidad Nacional de La Plata
Calle 51 e/ 124 y 125 | (1925) Ensenada | Buenos Aires | Argentina