El título de este escrito resulta ser –además de una pequeña cita de Elvira Sastre– la puerta de acceso a una constelación compuesta por gritos desgarradores, trazos imaginados, testimonios evocados, genealogías ultrajadas e identidades desaparecidas. Hilos que se van tejiendo y destejiendo –paso a paso– sobre los escabrosos rincones del pasado en el proceso de (hacer) memoria.
Durante los últimos años se han escrito varias novelas sobre la denominada “segunda generación”. Incluso, hoy se puede hablar del corpus narrativo de HIJOS como aquel conjunto de obras que vienen a recuperar desde diferentes ópticas las voces inquietantes del pasado y la lucha de los hijos e hijas por la memoria, la verdad y la justicia ¿pero qué sucede si esa voz que irrumpe el silencio pertenece a otra generación?, ¿cómo evocar a partir de la voz de otros y otras la historia de los abuelos que ya no están?
En tal sentido, la reciente novela Nieta (2023) de Pilar Velázquez, publicada en abril por Prueba de Galera, es el punto iniciático para una nueva generación venidera –la tercera– de escritores que narran hechos traumáticos y desgarradores sobre sus familiares desaparecidos durante el último golpe del 76’ en Argentina. Nietos que buscan reconstruir, hilvanar, comprender, explicar la historia de sus abuelos en función de intentar cicatrizar la herida que aún continúa abierta.
Al ser este libro de carácter testimonial podemos pensarlo como una ficción repleta de archivos imprescindibles para la reconstrucción de identidades desaparecidas. Por un lado, el volumen cuenta con el anexo de un árbol genealógico, que ayuda a diagramar la historia familiar y los retazos de memoria (incluidos a partir de testimonios o recuerdos de conocidos y evocados en 24 breves capítulos que recorren los nombres de dicha genealogía). Por otro lado, los epígrafes de apertura refieren tanto a citas de escritores canónicos (Cortázar, Borges, Benedetti, Wilde) y a las letras de rock nacional (Charly García, Fito Páez, Gustavo Cerati); o las fotografías que cierran los retazos de memoria permiten pensar y configurar la respuesta que busca la autora –desde su lugar de nieta– a partir de las voces de los otros y otras que la circundan.
A modo de rompecabezas, Pilar Velázquez encastra las piezas de la memoria sobre la historia de Susana y Adrián. Desde los comienzos en la casa de Villa Elisa, pasando por los recuerdos de la infancia de su madre, la memoria de amigos de sus abuelos, las voces del pasado y del presente que se fusionan, el reconocimiento de los cuerpos. Por eso, Nieta retoma la necesidad de reconstruir una identidad que le fue arrebatada y se propone ser un espacio de lucha e indagación a sus interrogantes. Aquí la autora intenta encontrar relatos que ayuden a unir dichas piezas cuyo propósito se convierte en una necesidad imperiosa de gritar, reparar, renacer, liberar(se).
Este texto esconde entre sus páginas una historia personal pero también una colectiva. Aquello que parecía inconcluso, velado, oculto, innombrable este relato lo convierte en algo posible, material, evidente, luminoso. Más que una respuesta, esta novela es un escenario en el que la autora se plantea muchos interrogantes y reflexiona sobre su propia identidad. Tal como afirma Pilar en sus palabras finales: “este libro comienza el día que vengo al mundo, con el grito de mi madre pidiendo por la suya”. En efecto, la prosa de Velázquez, no solo abre la compuerta de una generación de nietos sino también prefigura un universo testimonial repleto de voces, retazos de infancias y hechos que acechan violentamente a la historia reciente.