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HISTORIA

EUGENIA SALA


Conversaciones: Historia y política en los años kirchneristas (2021)
de Julia Rosemberg y Matías Farías

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Saneando lo baldío: lxs historiadores también tenemos que hablar de política*1

     Conversaciones. Bicentenario: Historia y política en los años kirchneristas es un libro incómodo. Ausculta nuestra historiografía y la ubica en su vínculo, más o menos estrecho pero siempre vigente, con la sociedad y el Estado en aquella Argentina del 2010.
     Los multitudinarios festejos del bicentenario son el disparador que pone primera en las conversaciones que Julia Rosemberg y Matías Farías llevan adelante con diez historiadores y ensayistas cuyas entrevistas surgen, según los autores, de la afinidad intelectual y el genuino interés en conocer sus opiniones. Quizás por el clima de época, quizás por la juventud e irreverencia de Rosemberg y Farías, desde el prólogo sabemos entonces que nos adentramos a una lectura que no pretende dar voz a la diversidad ideológica, sino recopilar desde el progresismo las piezas de un sentido perdido acerca del vínculo entre historia y política.
     Y es que este libro está en diálogo constante con la tradición disciplinar que desde la vuelta de la democracia marcó el pulso de la historiografía argentina: el proceso de profesionalización de nuestro campo y su cerrazón sobre la academia, ubicándose en un lugar de neutralidad respecto al pasado y de descreimiento del Estado y la política. En ese contexto, la obra del revisionismo histórico, honesta en su marco teórico y potente en su narrativa sobre los sujetos, es rotulada como mera literatura y fuente, perdiendo su status de corriente historiográfica por la cual optar para analizar el pasado y el presente. Las preguntas que mueven el ejercicio intelectual hiperespecializado en la primavera alfonsinista son las vinculadas a la república y el ciudadano como conceptos universales, perdiéndose la potencia del análisis situado, hasta el advenimiento del 2001.
     Autores y entrevistados reconocen en ese cambio de milenio un punto de quiebre en términos institucionales con su debido correlato en la disciplina, que devino en un interés renovado por el estudio de problemáticas sociales. Es con los últimos coletazos de la crisis que aparece Néstor Kirchner, y entonces se habilita el nuevo tiempo en el que se escribe este libro. Ni reconciliación, ni dar vuelta la página: ahora y después de muchos años, en boca de Rosemberg y Farías, el Estado nacional se inscribe en una trama histórica que, sobre todo, reivindica el conflicto como constitutivo. En ese marco, la noción de reparación histórica, propone María Pía López, es la punta de lanza del discurso kirchnerista desde sus inicios. Como plantea Javier Trímboli en su conversación, el presente tuvo por primera vez desde el retorno democrático peso propio; para la construcción del futuro ya no era necesario remitirse al paraíso del primer peronismo y los setenta revolucionarios y por eso podíamos trazar nuevas respuestas para las preguntas sobre nuestra Patria.
     Sobre estas reflexiones primeras, las discusiones acerca de los festejos del Bicentenario adoptan en el libro su mayor contundencia.
     En primer lugar, la masividad y diversidad de los argentinos que se apersonaron esa semana en el centro de la ciudad es insoslayable, siendo un consenso entre todos los entrevistados su carácter espontáneo y autoconvocado. Hilda Sábato plantea en su conversación que las multitudes querían ser parte de una comunidad política y, retomando a Alejandro Kaufman, esto puede entenderse en tanto el Bicentenario formula una narratividad viable de la Argentina.
     En cuanto a la existencia o no de una historia oficial, todos los entrevistados reconocen que no hay tal en términos monolíticos y cerrados, aunque sí claras tendencias gubernamentales en torno a qué se quiere transmitir. Gabriel Di Meglio, por ejemplo, explica que el gobierno elabora un relato neorrevisionista que, como plantea Fradkin, actualiza el legado de Abelardo Ramos y Hernández Arregui en clave democrática y de derechos humanos. A su vez, para Fernando Devoto el kirchnerismo cuenta con un carácter fundador donde, en el Bicentenario, busca celebrarse a sí mismo más que al pasado, abriendo muchas posibles interpretaciones de nuestros doscientos años de historia. Indicio de esto puede ser la invitación abierta por parte del gobierno a múltiples intelectuales para el desarrollo de las diferentes propuestas monumentales, artísticas y digitales que englobaron los festejos.

     Hilda Sábato, siendo la voz más disruptiva sobre las apreciaciones del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, nos habla de un discurso gubernamental faccioso basado en una retórica binaria y grietista, fuertemente pronunciado luego del revés de la 125. No es desdeñable esta apreciación, estimulante para pensar nuestra actualidad y respaldada por más de una respuesta de los entrevistados a la pregunta acerca de qué país deja el kirchnerismo (que a pesar de que todavía se avecinaba el categórico triunfo de CFK por el 53% de los votos arroja luz sobre el presente). Es Kaufman quien dice, de manera casi premonitoria, que los logros del kirchnerismo solo pueden sostenerse en un país gobernado por el kirchnerismo, en tanto los productores y distribuidores de la riqueza en pleno siglo XXI siguen sin abrazar y volver propia la institucionalidad democrática que garantice la subsistencia elemental de las clases populares.
     Año a año la pregunta sobre cómo superar este jaque permanente entre peronismo y antiperonismo, que no es otra cosa que la consolidación de las garantías constitucionales para las grandes mayorías o su achicamiento, y qué podemos hacer desde la historia para superarlo, solo parece ensancharse.
     La sensación que nos deja Conversaciones… es que del 2001 para acá las interpretaciones sobre la historia argentina vuelven a estar abiertas y en continua disputa. Lo vemos en las discusiones sobre el Centenario entre intelectuales que se detallan en el libro, pero también en que Javier Milei en su primer discurso como presidente electo se proclame el continuador del legado alberdiano.
Hoy, teniendo en el tintero tres meses de un gobierno que deglutió todas las insatisfacciones sociales en un relato reaccionario como motor de consenso popular – a diferencia del clasemediero perfil de votante peronista de las últimas elecciones -, la pregunta del vínculo entre historia, política y sociedad se magnifica y nos interpela en particular a quienes estudiamos, enseñamos, comunicamos y hacemos historia.      Fuimos impotentes: sobre una década ganada que no supo administrar el conflicto ni elegir bien sus batallas y la larga agonía de un gobierno peronista que falló en todas sus premisas, no supimos cómo denunciar de manera certera el ascenso de un outsider sin experiencia política que proponía fórmulas que fracasaron rotundamente en la Argentina. Miramos absortos nuestras viejas fichas mientras se ponía un nuevo tablero de juego sobre la mesa, cuyos primeros indicios ya habíamos percibido durante el macrismo con las fisuras del consenso en torno al Nunca Más. Aún hoy, sin unidad programática ni pragmática, encontrar la salida por arriba del laberinto se ve distante frente a un Poder Ejecutivo Nacional que parece tener la doctrina del shock friedmaniana como evangelio. Por lo pronto, la respuesta natural frente a la apertura de múltiples frentes parece ser replegarse sobre las identidades sectoriales y esperar la emergencia de una conducción a la altura de este tiempo.
De nuestra parte, tomar el espacio de vacancia que genera la falta de interlocutores claros desde el progresismo para formular un relato capaz de interpelar a la sociedad es un objetivo ambicioso y por eso mismo necesario. Hace 75 años Perón, siempre preclaro, resaltaba que el eterno pendiente es generar un sentido duradero y transformador del rol que cada individuo cumple en la comunidad organizada. Libros como este nos arrojan a la tarea un poco sucia*2, baldía, abandonada, de pensar la responsabilidad que como cientistas sociales tenemos sobre el presente y trascender la reflexión para devenir en praxis, a sabiendas de que como historiadores no solo tenemos cosas valiosas para decir sino también que, si no tomamos la posta, otros generadores de sentido con ideas bien distintas acerca de lo que implica la Argentina como proyecto colectivo viable, lo hagan. Hay que intentarlo.

*1 Guiño al libro de Javier Trímboli y Roy Hora Pensar la Argentina: los historiadores hablan de historia y política.
*2 Referencia al podcast sobre historia Un poco sucio de Javier Trímboli y Julia Rosemberg.

 

EUGENIA SALA

Es estudiante de Historia y militante peronista