JUAN MANUEL BELLINI
El premio Clarín 2023 de novela lo ganó Para hechizar a un Cazador de Luciano Lamberti, con un jurado conformado por Ana María Shua, Samanta Schweblin y Carlos Gamerro. Fue editada por Alfaguara en 2024. Como es de rigor la contratapa contiene frases laudatorias del jurado: “una novela apasionante”, “es perturbadora y obliga a reflexionar”, “supimos, al leerla, que estábamos ante la novela de un gran artesano de la frase”, “esta obra se mete de lleno en los horrores de la última dictadura”.
En 2019, en otra novela que elegía mezclar el género terror con el genocidio argentino, Mariana Enríquez ganó el Premio Herralde con Nuestra parte de noche. Una novela voluminosa que manejaba bien el suspenso y que servía para demostrar que el cruce era posible. La literatura de los últimos años contó la dictadura de diversas maneras. Las mejores fueron las de Martín Kohan tomando personajes que podían parecer laterales pero que daban cuenta de la complicidad civil. Mariana Eva Pérez tuvo una mirada personal novedosa y desacartonada desde Diario de una princesa montonera y María Giuffra a través de dibujos contó los horrores perpetrados a chicas y chicos con el aporte de distintas voces en La niña comunista y el niño guerrillero. Emiliano Guido cuenta su militancia en H.I.J.O.S, su infancia en dictadura en Bahía Blanca, y los ’90 en La Plata con una mezcla de sarcasmo y ternura, en Treinta mil veces te quiero, libro de 2022 pero ya descatalogado, imposible de conseguir. Hubo también lugar para la banalización en las novelas de Félix Bruzzone y el castigo de derecha en Pola Oloixarac a un profesor setentista, ambos muy saludados por la crítica literaria, como así también La casa de los conejos de Laura Alcoba con una mirada for export e infantil. Martín Caparrós en 2008 estaba enojado y escupía A quien corresponda, con un protagonista cínico, descreído, asqueado de todo lo que pudiera tener que ver con la memoria y el kirchnerismo; el presente lo encuentra novelizando a Milei.
Para hechizar a un Cazador comienza en Buenos Aires en 2015 con la historia de Julia, una chica apropiada. Anda en la búsqueda, se dedica a la fotografía. Se nota el buen manejo de Lamberti con lo cotidiano. Julia se entera de su historia por una anciana muy decidida que le cuenta que es su abuela y sus padres fueron asesinados en Córdoba.
Incomoda en la novela que parte importante del argumento trata sobre cómo un padre y una madre (que por su poder en el pueblo logran recuperar el cadáver de su hijo y que no permanezca desaparecido) realizan sacrificios humanos para mantener vivo, como a un zombie, a su hijo. Las víctimas son obreros, chicas adolescentes. Al final intenta Julia terminar con ese horror, podría pensarse en un final reparador. La incomodidad no es un obstáculo para considerar una obra, pero en este caso surge por momentos la duda de si era necesario. El abuelo, médico y reclutador de víctimas para el sacrificio sufre “un verdadero ataque, que lo hizo doblarse y cubrirse la boca con un pañuelo blanco”. Hay una parrafada acerca de lo que es ser montonero con frases como “son insectos que comen de una fruta”, “es el pan que los montoneros recogen y comen como animales en lo oculto”, “en el paraíso los montoneros tomaban el poder para Perón, y él volvía del exilio y nos felicitaba, dándonos palmadas como perritos obedientes”. Hay algún error histórico como decir que uno de los personajes se unió a Montoneros en 1968 y otros menores como que maneje un Ford Sierra en la década del ’70.
Un hallazgo de la novela es cuando se ficcionaliza al centro clandestino de La Perla como un hotel de lujo y precisamente se va notando el derrotero hacia el horror en ese lugar. Se destaca la descripción de las vidas de quienes serían víctimas de los abuelos perversos y desesperados. Desde una anciana que iba a hacer caminatas con sus amigas y que resiste con violencia hasta un simple ratero al que no le alcanza lo que gana en las changas de albañilería, la adolescente Coty y sus padres. Cuenta lo aspiracional de un médico que quiere ascender en una clínica y ese puesto anhelado que le abre puertas para conocer a los poderosos del lugar, que saben el destino de quienes eran secuestrados en la dictadura.
La historia, o mejor dicho las historias, se van contando desde distintos puntos de vista, algo que Lamberti manejó muy bien en La maestra rural y La masacre de Kruguer. Metiéndose esta vez en la última dictadura, quizás Lamberti intentó no caer en lugares comunes, algo de lo que se percató Guillermo Saccomanno (según contó en una entrevista con Estefanía Di Meglio en la revista Contenciosa) cuando comenzó a escribir su novela 77: “Yo había empezado a hacer la narración de una novela de una chica que buscaba su origen, una chica nacida en cautiverio. Y llegó un momento que sentí que estaba tocando un cover, le faltaba música de León Gieco y una edición de Página/12. Era una novela que tocaba todos los hitos convencionales. Estaba como escrita para el que quería leer esa novela”.
El Cazador, el monstruo sobrenatural de la novela, tuvo su momento de esplendor en el genocidio argentino. Una novela con suspenso, con una escritura cuidada que logra ir atrapando en la lectura. Y mientras se va leyendo se ve que existe un límite fino en el arte cuando se tocan temas sensibles, con heridas abiertas que quizás nunca cierren, como les pasa también a los alemanes con el nazismo. No es la única posibilidad ser solemnes, nombramos algunos ejemplos al principio de esta nota.
Para reseñar también la característica común con otro escritor cordobés, Sergio Gaiteri, en el sentido del buen manejo de lo cotidiano; como así también del cineasta Rosendo Ruíz. Lamberti en Para hechizar a un Cazador recorre distintas geografías: un pueblo inventado en Córdoba, una casa en Santiago del Estero, Miramar en invierno y atisbos originales de la vida en la cabeza de Goliath en los devenires de Julia.
Otra ganadora del Premio Clarín de Novela, Raquel Robles, en 2009 en una entrevista en la revista Veintitrés cerraba con estas respuestas a preguntas de Bruno Lazzaro:
-En 2008, represores como Etchecolatz, Bussi y Menéndez enfrentaron a la Justicia y fueron condenados. ¿Qué le provocaron esos fallos?
-Una inmensa satisfacción.
-Si la directora de Clarín llegase a ser condenada en esta causa, ¿qué le provocaría?
-Si es culpable, la misma inmensa satisfacción.
En esos años podía pensarse que Ernestina Herrera de Noble (la señora Basualdo del Diario de la Argentina de Jorge Asís) podía ser juzgada por delitos de lesa humanidad, lejos de este presente distópico, donde el Presidente y la Vicepresidenta festejan un 9 de julio arriba de un tanque de guerra, diputados de su partido visitan a Alfredo Astiz y lo persiguen a Marcelo Longobardi tildándolo de progresista.
Juan Manuel Bellini es Periodista, docente de la cátedra Análisis y Crítica de Medios de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social (UNLP). Trabaja además en el Programa de Justicia por Delitos de Lesa Humanidad en la Comisión Provincial por la Memoria.
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