CATALINA HERNÁNDEZ
En Habitar como un pájaro Vinciane Despret nos propone concebir diversas maneras en que se puede vivir, pensar, compartir y co-crear los territorios. Modos de hacer y pensar los territorios, subtitula. El libro está ordenado en dos ‘acordes’ con 3 capítulos y 4 ‘contrapuntos’ cada uno, lo que anticipa una idea que se expande hacia el final: territorio puede ser sinfonía.
Despret piensa en términos de ‘cosmopolítica’ y articula su pensamiento filosófico con la historia de las ciencias y artes, pero, sobre todo, con los pueblos y la naturaleza. Plantea abrir y des-antropocentrar los puntos de interés de la filosofía, la historia, las ciencias y las artes. En este libro particularmente reflexiona sobre la idea de territorio(s) y las formas humanas (modernas y occidentales) o animales de relacionarnos con estos. La autora -filósofa de las ciencias y etóloga- dialoga a través de esta obra con diversas generaciones y propone crear nuevas narrativas en las que podamos multiplicar los mundos conocidos y evitar reducirlos al nuestro: cercar una tierra y poner cartel de ‘propiedad privada’ o ‘cuidado con el perro’ no es la única manera de concebir un territorio, tampoco la mejor.
El libro, que es de una contemporaneidad que urge, teje un diálogo que le permite intercambiar ideas, discutir y plantear la importancia de prestar otras formas de atención a la hora de andar por el mundo como seres humanos. La autora entabla una conversación de camaradería con Donna Haraway, Bruno Latour e Isabelle Stengers, a quienes dedica el libro y junto con quienes está pensando a “Gaia”, el “antropoceno” y la –falsa- división entre naturaleza y cultura. En conjunto discuten aquellas narrativas modernas occidentales que –pretendiendo neutralidad- han planteado que la naturaleza y la cultura son dos cosas separadas. Algo que bien vienen señalando diversos pueblos originarios de América hace cientos de años, aunque la ciencia occidental los haya querido barbarizar.
Despret no hace un recorrido lineal por la historia de la ciencia, sino que escribe una historia en pliegues, llena de voces, pitíos, danzas, interpretaciones, olores, experimentos y conclusiones pretéritas (muchas de ellas erróneas). En un libro de no más de 170 páginas nos acerca a quienes leemos diversos cantos pasados de aves que vivieron hace quizá cien años pero que nos llegan por las anotaciones de algún naturalista, de alguna científica, de algún escritor que son, a su vez, rescatados por las preguntas y la escritura de esta autora. Dice ella:
“Elegiría entonces una historia por ‘pliegues’, que siga una idea que unos pájaros le insuflaron a un investigador, a partir del momento en el que surge, para volver a encontrarla en sus diferentes reapariciones asida en otros pliegues, en el momento en que un autor, frente a otros pájaros, le ofrezca una prolongación o la recupere, asida en otro problema, mucho más tarde, y a veces incluso sin siquiera saber que ya había encontrado algún otro que la piense mucho tiempo antes”.
Haciendo la lectura desde el hemisferio sur se siente que este grupo de intelectuales está discutiendo a sus –seguro también nuestros- padres pensadores modernos. Digo ‘padres’ por lo que nos heredaron: la ciencia tradicional y su cosmovisión. Al preguntarse estos científicos de manera narcisista por ‘la excepcionalidad de la especie humana’ -que, además es reducida a la pregunta por la excepcionalidad ‘del hombre’– se acotaron a esa lectura y observaron a través de ese pequeñísimo prisma a todas las demás especies, sobre todo a los monos. Lo que parece que preocupa a científicos y filósofos son nuestros atributos ontológicos ¿Qué nos hace únicos? ¿La risa? ¿La conciencia de sí? ¿La danza? ¿La conciencia de finitud?
El libro es sensible y potente al denunciar crueldades en la ciencia tradicional, apuros y malas interpretaciones. De hecho, comienza con un bello relato en el que ella cuenta cómo fue que ‘lo importante’ se había hecho presente y la había tocado cuando un mirlo –un pajarito pequeño, negro, de mucho cantar- la despertó al alba “cantando con el corazón, con todas sus fuerzas, con su talento de mirlo”. A partir de ahí, son muchos los animales rescatados de las malas interpretaciones y de las conclusiones apuradas. Despret propone atender a las maduras respuestas que da el tiempo, más que precipitar conclusiones.
Si bien el libro está dedicado a tres de sus colegas del hemisferio norte, la conversación no se reduce a ellos, sino que invita a otros autores, vivos y muertos, del norte y del sur. Un poco en conversación con Viveiros de Castro, pone énfasis en la necesidad de bajar un cambio, de ralentizar el pensamiento y la vida también. Convoca a prestar atención de otros modos y a otros ritmos. Es que resulta que desde la óptica que nos dice que somos los únicos, los mejores, los más evolucionados, hemos bestializado todo lo que nos rodea y terminamos narrando a las aves y animales –incluso a comunidades humanas- sin considerar su voz singular, sus cantos y pretendemos que permanezcan inmutables en el tiempo y todos en la misma bolsa.
Es por esto que, de algún modo, llama negligentes a quienes han arrebatado sus conclusiones exponiendo a diversos seres a experimentos –algunos incluso dentro de laboratorios- creyendo, de manera bastante tendenciosa, que los animales responderían a sus inquietudes de ‘manera natural’ en un ambiente artificial. Por ejemplo, nos cuenta Despret que en 1932 un ornitólogo decidió matar lanius –unos pajaritos pequeños- que vivían en pareja para evaluar la velocidad de remplazo del cónyuge y engordar así la teoría del rol del territorio en la regulación de la población. Resulta que ese experimento no era único e investigadores como Stewart y Aldrich decidieron llevar a cabo otros experimentos (patrocinados y financiados por una industria que se dedicaba a la producción de madera en los bosques en que habitan estas aves). El experimento constaba de matar a todos los pájaros durante el periodo de reproducción en un área determinada y dejar intacta otra área similar. La masacre fue de gran dimensión porque cada vez que mataban un macho, otro venía a reemplazarlo y así eliminaron más del doble de los machos presentes al inicio del experimento. No hubo conclusiones certeras y quedaron las especies confundidas y las aves masacradas.
Considero que, además del interesantísimo repaso histórico y filosófico por las distintas teorías que respectan a la idea de territorio, la propuesta más interesante del libro es que intentemos descentrar el antropo, aunque parezca tarea imposible. Quizá el primer paso sea comprender que no somos los únicos seres con agencia y capacidad de modificar el mundo, y que nuestros modos distan de ser los más corteses para el desarrollo común. Este libro, puede un poco hacerse carne porque habilita la posibilidad de imaginar otras formas de sentir los territorios, otras formas de atravesarlos y dejarnos atravesar. Quiero decir, hay una posibilidad de transformación interna en la lectura atenta de esta obra.
Además, es un excelente material para tirarles por la cabeza -o leerles- a aquellas personas que, ya bien entrado el siglo XXI, insisten en recurrir a la naturaleza en busca de justificaciones ‘naturales’ para el status quo social. Se desnuda en el texto ese ‘truco de distracción’ que nos marea y transpone los conceptos, usos y categorías de la sociedad a la naturaleza para luego traerlos de nuevo a la sociedad, ahora convertidos en ‘leyes naturales’. ¿Sabían ustedes que las combinaciones ‘matrimoniales’ de los Acentores Comunes –aves muy inventivas y flexibles- pueden variar desde la monogamia, la poligamia, la poliandria hasta la poliginia? No busca Despret que las aves nos sirvan de modelos de comportamiento ni tampoco exclusivamente reprochar a la ciencia sus bestialidades. Busca, mejor, avivar la imaginación, sacarla del estado estanco en que está, mover nuestra capacidad de asombro y poner atención a las diferencias y especificidades en los abordajes que devuelven pluralidad de existencia. Para esto, es menester prestar atención a los distintos sujetos y rescatar de las burdas generalizaciones a aquellos que co-habitan con nuestra especie y han padecido tortuosos experimentos.
Devolver la singularidad o mejor el carácter propio, volver a esos seres notables. Con esta intención Despret nos acerca a Margaret Nice, ornitóloga estadounidense nacida a fines del siglo XIX. Una de las estrategias de Nice fue conceder biografías a los pájaros. Conocerlos uno por uno mediante el uso de anillos y seguirlos durante décadas para entender mejor qué es lo que cuenta para ellos a la hora de establecer un territorio. Prestándoles atención de esta forma pudo observar que algunos gorriones machos parten para migrar y otros eligen quedarse en el lugar todo el año. Con el anillamiento, Nice descubre historias de vida, apego a lugares, pájaros que hacen elecciones. Las aves no sólo sobreviven, sino que también toman decisiones y la ornitóloga lo nota.
Creo que el libro entiende que los cambios sociales necesitan una transformación de la humanidad –no sólo a nivel colectivo sino a la vez propio-, en el sentido de la forma en que lxs humanxs percibimos lo no-humano: hay que poder ver que separar naturaleza de cultura no es inocente. Y en ese sentido, el libro se pone al servicio de afectarnos porque devela también necesaria una transformación personal de cada quien, una re-conexión con “la naturaleza”, con nosotrxs. “Los impulsos internos no son simples causas sino los contrapuntos melódicos de circunstancias externas” dice Despret y nos propone un cambio de concepción. Pensar-con otras especies para modificar la forma en la que percibimos el mundo y lo tendemos a reducir a nuestras formas occidentales, privatizadoras, racistas y especistas.
Existen libros que modifican la manera en que percibís el mundo que te rodea, el mundo que también sos. Hay libros que tienen la potencia de cambiar la forma en que caminás, en que respirás y en que andás porque logran que pongas atención en algo que no habías pensado o sentido antes y te mueven un poco de donde estabas y te transforman. Habitar como un pájaro, para mí, es uno de esos libros.
Es profesora en Historia, egresada de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Feminista y patagónica.
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