ENSAYO/ POESÍA
EMILIANO TAVERNINI
“Esos libros no sirven sino para empanadas o bizcochuelos,
yo he de imponer unas leyes fuertes”
José Gabriel Condorcanqui, “Túpac Amaru”
“Tengo fe en que soy,
y en que he sido menos”
César Vallejo
Ensayos escolares. Lengua, literatura y Nación es un libro que nos afecta en varias dimensiones, como lectores, como docentes, como estudiantes. Encontramos en el análisis de las desigualdades simbólicas del sistema educativo y en las contradicciones que aborda una narrativa de nuestras propias trayectorias, se presentizan con la fuerza del recuerdo algunas de las violencias que la universidad como institución nos ha profesado, en particular a quienes no somos hijos de las “clases profesionales urbanas”. En cuántas ocasiones nos descubrimos ese estudiante “desubjetivado” con “precariedad simbólica” según los calificativos de las perspectivas dominantes en el área, al que se le sugirió renegar, ocultar o tergiversar su origen; datos biográficos que no atemperan una angustia mayor, la sospecha de si acaso veinte años después sin reflexionar, casi como autómatas, no reproducimos esas mismas violencias desde la docencia.
Para abordar Ensayos escolares, en primer lugar debemos decir que el libro complementa y acompaña la reflexión sobre problemas relacionados con la lengua, la identidad nacional y la memoria popular, también presentes en otros géneros trabajados por Dubin, la poesía, la narrativa y la investigación académica. Por lo tanto, para quienes le entren por esta obra, hay que advertir que antes que considerar omisiones o vacíos se remitan al poemario Bardo, a la tesis doctoral “Enseñanza de la literatura, formación de lectores y discursos educacionales: El problema de las culturas populares en el cotidiano escolar” o a la novela que ojalá pronto se edite, El lugar equivocado. Título que no solo remite al lugar desde donde se piensa Dubin, sino que funciona también como metáfora de las condiciones de producción y edición de la novela, la cual ejerce una crítica acérrima al militante devenido burócrata.
Pues bien, el título publicado por Pixel, Ensayos escolares, nos sumerge en un género que surge de la cuerda imaginaria que vincula el yo personal al sujeto colectivo que desea hacer visibles gestos de emancipación. Por lo tanto su eficacia social es homóloga a su eficacia artística que, sin embargo, debe permanecer soterrada, porque precisamente el ensayo logra ser eficaz cuando se oculta y se presenta como mera cuestión necesaria de discutir, en este caso la negación del pensamiento popular en el ámbito educativo. De hecho, el primer capítulo se titula “Clases populares, clases cotidianas”, discutiendo subrepticiamente con aquella metáfora cristalizada de la militancia y su “bajar al territorio” que nos lleva a preguntarnos dónde mierda viven y desde dónde se piensan estos sujetos si están tan alejados de lo cotidiano.
Las fugas del libro a, como decía, una poética más amplia se perciben en el filtro de breves descripciones del mundo orillero o semirural, útiles para enmarcar la especificidad de cada territorio y que remiten al imaginario criollo de Francisco Madariaga o al romanticismo de Lucio Mansilla, imágenes que también el lector encontrará desplegadas en la novela. Si bien el ensayo es la expresión personal como drama de lenguaje y respuesta singular, nunca generalizable, a la incerteza de los valores, revelando una fundamental imposibilidad formal y temática, en Dubin, por el contrario, encontramos revelaciones, certezas que actúan como contexto de construcción de una verdad, porque la escritura está puesta en función de proponer soluciones, de pensar cómo enseñar lengua y literatura ensayando distintas estrategias y acciones territoriales. Y esto me parece que es lo original, por lo menos para alguien que no acostumbra leer este tipo de bibliografía pero que la conoce por su formación o las frecuentes “capacitaciones”, el libro no se queda en el páramo del diagnóstico, la utopía o la queja, sino que va más allá, ofreciendo resoluciones a los conflictos, devolviendo dignidad y autoestima a las tareas realizadas por el docente en el aula, mediante la recuperación de la definición de intelectual de Antonio Gramsci, los hace portadores nuevamente de un saber imprescindible, que en condiciones materiales cada vez más pauperizadas, tiende a ser ninguneado por la figura del técnico especialista, que una y otra vez el texto se propone develar como chamuyero, cipayo y burócrata.
El lugar equivocado de Ensayos escolares también funciona dentro de su marco teórico, cuando encontramos algunas definiciones que actualizan el humor desacralizador de Leopoldo Marechal, por ejemplo cuando se alude al “terror cosmológico mestizo” o cuando se ofrece una definición de literatura oída en los márgenes de una clase “es una materia que se da en la escuela” dice un estudiante en contexto de encierro, sentencia que el autor decide no relacionar con los escritos canónicos de Terry Eagleton, que obviamente conoce. Sospecho que la decisión se basa en que trayendo al autor inglés a colación se restaría originalidad al comentario del estudiante que llega por otros medios a la misma conclusión. Y esto se torna fundamental, porque un maestro no solo explica y enseña, sino que también sabe escuchar. La escucha se erige en procedimiento metodológico central porque contribuye a rejerarquizar la palabra de los estudiantes y de los maestros en la toma de decisiones sobre políticas educativas o secuencias pedagógicas.
Este método, por momentos, se asoma a su propio abismo. La descripción de una situación, a poco de comenzar el libro, nos pone en alerta, ocurre en una sala de profesores, una docente ingresa luego de una clase quejándose de que los estudiantes no tienen “memoria histórica”. La escena corre el riesgo de reproducir esa disimetría del especialista, en el sentido de que todos los docentes podemos decir alguna o varias boludeces en un clima de tensión o de frustración. Sin embargo, lejos está el libro del narcisismo alcahuete, el método etnográfico se devela como la herramienta propicia para la escucha y la praxis. En este sentido, el capítulo 4, “¿Dónde están los indios?” despliega todas las instancias del trabajo transformador en el aula, hay una detección del síntoma, conversaciones y acciones puestas en función de devolverle una identidad negada y negativizada, Mariana Chaves dixit, a los docentes, subjetividades también arrasadas por el sistema educativo porteñocéntrico, primera problematización axial para la enseñanza en la escuela.
De alguna manera, compartir lecturas, espacios y tiempos con Dubin es una invitación a ejercitar el pensamiento nómada de Deleuze y Guattari, aunque a él no lo satisfaga la alusión. Hay una desterritorialización ensayada como método que funciona como una fuerza centrífuga. Ensayos escolares funciona como un espejo de nuestras trayectorias porque está escrito desde la experiencia, la docencia es algo sobre lo que reflexionamos demasiado tarde en la universidad, cuando ya tenemos el título. Ahí surgen los problemas, por ejemplo cuando en una escuela o en una Unidad Básica nos piden alfabetizar pibes de 10 años confiando en que para algo estudiamos Letras, y ante el escepticismo de las miradas debemos confesar que no tenemos ni idea. Entonces vienen formaciones aceleradas, singulares, azarosas, ensayísticas. En mi caso fue a través de la lectura del maestro uruguayo Jesualdo Sosa, quien me abrió un mundo. Autor del que nunca había oído hablar en la etapa formativa, sí de Juan Carlos Tedesco o Mariano Naradowski.
Otras imágenes del libro son iniciáticas, como la de la primera clase llevando una bolsa llena de libros, reproduciendo esa violencia simbólica naturalizada que se ejercita con la indiferencia del sentido común. O en cuestiones habituales, como las fisuras que hieren los marcos teóricos en el diálogo con los estudiantes, cuestión muy bien analizada en el capítulo 3, “Escatologías escolares, cuentos de humor de terror y muerte”, o en el hallazgo de interpretaciones originales sobre los textos literarios trabajados que no figuran en ningún análisis de respetados críticos o teóricos de la literatura.
Otra cuestión a destacar es la sorpresa que surge cuando quienes no venimos del campo de la didáctica o de la pedagogía encontramos reformulaciones de problemas con los que hemos trabajado en otros ámbitos, como la poesía o la historia. Por ejemplo, cuando se analiza la supresión de la historiografía literaria como paradigma de la enseñanza dominante en los noventa. Ensayos escolares funciona como una invitación a sacarnos el traje de eruditos de lo mínimo, tan caro al desarrollismo conicetista y volver a ver el mundo desde un conocimiento general, integrado y ampliado que creo que es el punto de la cuestión, tal como lo fundamenta el capítulo 9 “¿Entonces no debemos leer los clásicos?”, en el que el autor responde a una consulta frecuente por parte de los docentes y contesta que sí, que no estamos proponiendo el olvido de la tradición, sino su enriquecimiento. Diferenciándose también del dispositivo de la novedad pedagógica que, como otros procesos de “modernización teórica”, han respondido, muchas veces, a procesos de expolio popular, tal como lo expresa el autor en una entrevista.
Dubin nos invita a recuperar y sistematizar el trabajo docente porque es un a priori para realizar posibles reformulaciones en el sistema educativo, desde abajo y desde adentro como dice, geografía antagónica al polo desde donde se lo ha pensado tradicionalmente, desde arriba y desde afuera. El plan de operaciones que traza Ensayos escolares atiende a otra temporalidad que la del cortoplacismo del funcionario, porque entiende a la cultura popular como un conglomerado de pensamientos, prácticas y memorias de larga duración. En este sentido, recupera al Rodolfo Kusch de La negación en el pensamiento popular (1975), cuando en su prólogo diagnosticaba que en los momentos de grandes crisis y desconciertos, como el que nos toca atravesar hoy, hay que guarecerse en la potencialidad plebeya: “ante la crisis no caben las soluciones elaboradas minuciosamente por los estudiosos en nombre de un racionalismo de estudiante bien recibido, sino que es preciso entroncar con alguna constante. Y en América no hay otra constante que la de su pueblo. La base de nuestra razón de ser está en el subsuelo social. Es lo que demuestra el peronismo y éste, a su vez, es la consecuencia de una verdad que América viene arrastrando a través de toda su historia”.
Considero que Ensayos escolares invita a la acción, a la liberación de microterritorios, mientras nos advierte sobre la necesidad de reconectar con modos de organización latentes, aferrados a lo más cercano: la lengua materna y la escuela, ambas, metonimias de la familia, de la patria.
Es profesor en Letras (UNLP) y magister en Historia y Memoria (IdIHCS-CONICET). Estudia la relación entre literatura y memoria en la Argentina reciente, en particular la poesía de los hijos de militantes políticos.
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación | Universidad Nacional de La Plata
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