“Mirar con el corazón en los ojos”. Esto que leí alguna vez en palabras de Ana García Orsi es lo primero que pienso cuando me propongo contar la mirada de Kate Evans sobre Rosa Luxemburgo en La Rosa Roja. También así, con el corazón en los ojos, nos invita a leerla. Leer, mirar y más, porque se trata de una biografía gráfica que excede el formato del cómic: La Rosa Roja, al menos en su edición en español, es un dispositivo sinestésico construido al margen de toda tecnología 4D; por el contrario, configurado con recursos si se quiere artesanales, predigitales y algunos hasta casuales. Un cuerpo poético por donde se lo mire, hasta desde antes de comprarlo, cuando preguntamos cuánto sale y nos dicen 500 pé. Ahí ya empezamos a querer esta obra. Luego sus hojas, la textura rústica y áspera que huele a manifiesto, a tinta fresca, nos sitúan junto a Rosa, en la barricada.
La función de la historieta como género explicativo, tan transitado para fines políticos y pedagógicos, se amplifica en esta edición que conmueve desde esa materialidad tanto como por la belleza de sus ilustraciones y los textos amorosamente militantes de Evans. Mucho se ha ponderado la potencia femenina abrasadora de los trazos violentos y sensibles con los que Kate se encuentra con Rosa. También su lucidez para captar en los rasgos y vivencias cotidianas de la pequeña, su futuro: la continuidad entre la renguera, su condición de mujer, de judía, y su práctica rebelde y revolucionaria.
En el comienzo, algo que no se acomoda se vislumbra en la bebita Rosa. Las bromas sobre su nariz cuando era bebé, su pelo de puercoespín, lo gracioso de sus patas torcidas, se combinan con amistosos guiños a los años por venir ¿su flequillo adolescente no es acaso un flequillo rolinga? Está también el amor de la familia, de sus hermanos que la llevan a la biblioteca. Llegada la adultez, la biografía se vuelve más profusa en datos históricos y textos de Rosa. Y para ese momento ya la seguimos. Somos sus fans.
“Me siento en casa donde quiera que haya nubes, pájaros y lágrimas humanas” dice Rosa y Kate se une a ella dejando a los dibujos transitar la sensibilidad de la heroína: los pájaros, las flores, el espinillo, los gatos, las cartas y hasta las representaciones de representaciones, como el manto ruso devenido tira de historieta. Por ahí andan las zonas emocionalmente más poderosas de la biografía.
El dinamismo con el que alterna distintos recursos visuales y registros discursivos múltiples es sorprendente. Además, estos intertextos son insólitos: el juego que jugábamos de niñas, ese de las siluetas femeninas y vestiditos pespunteados para vestirlas; o los fotogramas con los que narra la toma del Palacio de Invierno, convocando al cine de la revolución; o las composiciones con líneas oblicuas que remiten a la gráfica del constructivismo ruso y que acá son rejas proyectadas hacia el sol, que mutan en vuelos de pájaros y siluetas fantasmales. Y también convoca a otros libros, otros textos en otros formatos. Como cuando con gracia parodia las lecturas juveniles típicamente inglesas desplazando los preceptos victorianos a imperativos rebeldes “Cómo ser una revolucionaria socialista”. Estudiar. Viajar. Construir un pasado. Hablar en la Internacional Socialista. Ganar militantes. Escribir propaganda”. Tantos materiales mezcla Evans que hasta se anima a hacer irrumpir a la narradora para interpelar ese pasado y traer acá las lecciones de Rosa, en directo primero y reviviéndolas luego, al final, en formato hashtag #rebelión #ocupación #comunicación #revolución.
Grandes ilustraciones al corte -algunas en doble página- son pausas poéticamente necesarias en la vertiginosa secuencia de hechos contados con múltiples registros, y tal vez el lugar donde más ampliamente despliega su maestría como ilustradora: la feminidad de la mantita rusa bordada que transforma un tedioso calendario en poesía; una masacre convertida en gigante ola; el pelo, su cabeza, devenida campo de batalla; el cielo judaico, nocturno final.
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Pero algo más llama mi atención. Hay unos cuantos errores de tipeo y defectos tipográficos y estilísticos devenidos de la traducción, que en cierto modo también se vuelven queribles porque nos recuerdan que el llamado a difundir el mensaje de la revolución es internacional, y una vez más el libro se fusiona con el espíritu libre de Rosa.
La deficiente imitación de la caligrafía de la edición inglesa, que pretende copiar el original pero se desvía del estilo y en este desvío sacrifica la integración a la imagen, como así también las imperfecciones en la diagramación, aún más notorias en los bloques de texto tipográficos, todo ello participa de la particularidad de la edición en español. Seguramente no es intencional que los textos de las viñetas luzcan unidos por pura solidaridad con el estilo de la ilustración, y que en ocasiones se vean desprolijos, por eso sorprende el efecto que generan sin querer. Tal vez la eficacia de este imprevisto procedimiento se explique en parte por el contraste con la excelencia gráfica de la obra con la que paradójicamente, “dialogan” los imperfectos globos. Una vez más, un encuentro desigual. La inequidad hecha escena gráfica.
Todo esto converge en un propósito, porque así es la militancia. Una misión impregna el libro y se hace especialmente visible en la frondosidad con la que se despliega un aparato paratextual que funciona como artillería: introducción, 36 páginas de anotaciones, un epílogo de la edición en inglés, agradecimientos, bibliografía, nota a la edición en castellano y más. No quedan dudas: este libro es un arma que Kate Evans activista, pone en nuestras manos. No es un secreto, lo dicen las editoras en español Alejandra Crosta y Josefina Luzuriaga Martínez, La Rosa Roja quiere “aportar a que la vida militante de Rosa sea inspiradora para nuevas generaciones”.
Parece que Andrea Robles, del Instituto de Pensamiento Socialista, se comunicó con Evans al ver una de las últimas viñetas de la biografía, una escena en la que están las Madres de Plaza de Mayo y la agrupación Pan y Rosas, entre otras. Y así se gestó esta preciosa edición en español. Andrea D´atri, fundadora de la Agrupación Internacional de Mujeres Pan y Rosas, coincide en el énfasis en el propósito militante que moviliza esta obra “Anhelamos que la vida de la Rosa Roja –signada por la profundidad teórica marxista, la agudeza política y una honda sensibilidad- sea ejemplo para las jóvenes generaciones que luchan por liberar a la humanidad de las cadenas de la explotación y de la opresión que hoy la aprisionan”.
Muchas marcas, más allá de esta función militante explícita, participan de la construcción de una obra que homenajea a Rosa emblema de lucha, proyectándola hacia el presente. Por eso el libro no termina con el asesinato sino con una escena en la que su voz se convierte en hashtag #la próxima primavera. Porque Rosa nunca es víctima o mártir sino alguien que se construye a sí misma, y se lanza al futuro. Como si hiciese falta aún más ánimo proyectivo, también el editor inglés, Paul Buhle, hace un meticuloso epílogo en el que narra los avatares del legado de Rosa luego de su muerte, las lecturas que se han hecho de ella, su influencia en las generaciones que la sucedieron.
Más allá de las tantas virtudes mencionadas, y de la preciosa identidad de la edición en español, el mejor acierto de Kate Evans es el apego a la voz directa de Rosa a través de sus textos, sobre todo sus cartas, muchas de ellas inéditas. Ahí Rosa suena, y vive.
Diseñadora en comunicación visual, profesora e investigadora, Facultad de Artes – UNLP.
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación | Universidad Nacional de La Plata
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