I.
Mariátegui agita las últimas décadas. Su muerte quedó grabada en el nº 20 de La Vida Literaria. La danza alrededor de la muerte abre caminos para pensar 2020. Falleció joven a los treinta y cinco años, el 16 de abril de 1930. Noventa años después, en abril de 2020, la revista Amauta fue subida completa en el sitio del archivo José Carlos Mariátegui. En 2019 fue el turno de La Vida Literaria en el sitio Américalee. En 2001, Horacio Tarcus editó Mariátegui en la Argentina o las políticas culturales de Samuel Glusberg. En 2020, Martín Bergel preparó una nueva Antología del peruano. El interés por Mariátegui en el país crece.
En 1997, Guillermo Korn y María Pia López comenzaban así, Mariátegui: entre Victoria y Claridad: “José Carlos Mariátegui, peruano y marxista, pensó a sus 34 años que Buenos Aires era la tierra de la esperanza. Agobiado por la persecución del régimen de Leguía (1919-1930), y por la creciente soledad política en la que se hallaba luego de su ruptura con la dirigencia del APRA (y por lo tanto, con el APRA mismo), afianza sus contactos en Argentina. Recién en 1930, y cuando ya su situación se ha deteriorado, termina de decidir el viaje que sería frustrado por su muerte. Sin embargo, Mariátegui y esta ciudad se conocieron: él estuvo atento a todos sus movimientos políticos y culturales, ella lo recibió a través de su revista y de sus libros”.
Un año después, en 1998, apareció el primer número de La Escena Contemporánea, revista que integrarían Korn y López con motivo del libro homónimo de Mariátegui. ¿Por qué el renovado interés en el autor de Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana?
II.
En mayo de 1930, despiden al peruano en La Vida Literaria nº 20: Franco, Lugones, Capdevila, Martínez Estrada, Gerchunoff, Doll, Uribe, H. Quiroga, Méndez Calzada, L. E. Soto, Barletta, Cascella, Yunque, César Tiempo y Glusberg. Otro tanto sucede en las páginas de la revista Claridad dedicada a despedir a Mariátegui con fecha del 10 de mayo. En La Vida Literaria reproducen obituarios de los diarios La Nación, Crítica, Última hora, La Vanguardia y Libertad. Para el nº 21 llegan tarde las palabras de Waldo Frank y Luis Valcarcel. La muerte prematura de Mariátegui conmovió a numerosos intelectuales del continente americano el primer semestre de un año clave en la historia política y cultural argentina. El 16 de abril fallece Mariátegui, el 6 de septiembre fue el primer golpe de Estado en el país, donde proyectaba mudarse.
El homenaje a Mariátegui en La Vida Literaria es un horizonte suelto. Una entrada a todos los números de la revista.
Dirigida por Glusberg hasta el nº 23 y luego por un “trivio directivo” –junto a Ezequiel Martínez Estrada y Arturo Cancela hasta el nº 32, julio de 1931– salieron a la venta en total 43 números, entre julio de 1928 y julio de 1932. Cuando aparece el primer adelanto –pre-texto– de Radiografía de la pampa: “El tango”, Martínez Estrada deja la dirección. Al promediar el proyecto de La Vida Literaria, el homenaje a Mariátegui cifra una formación intelectual invisibilizada. La muerte truncó el viaje a Buenos Aires; el golpe, su influencia política en el país. Según Glusberg, llegan a Mariátegui por Lugones, al marxista lo leían en el diario La Nación por su prestigio como crítico literario.
III.
El nº 2 de La Escena Contemporánea de mayo de 1999 –comentado en Guay a fines de 2019– incluye dos textos de Mariátegui de su columna “Peruanicemos al Perú”: “Heterodoxia de la tradición” y “Nacionalismo y vanguardismo en la ideología política”. ¿Por qué esos rescates en 1999? Tarcus exhuma la recepción de Mariátegui por parte de grupos trotskistas relativamente olvidados de la década de 1930. Korn, López y Bergel agregan más nombres: Jorge Abelardo Ramos, José Aricó, Oscar Terán.
¿Qué impacto tuvo Mariátegui en formaciones como El Rodaballo o El Ojo Mocho?
Los rescates de Mariátegui, en La Escena Contemporánea nº 2, aparecen en un volumen dedicado por completo a un año: 1989. Ensayistas relativamente jóvenes en 1999 abordan el sentido de un año, una década atrás. Por esos mismos días cercanos a 2001, Susan Buck-Morss caracterizó 1989 como bisagra, en Mundo soñado y catástrofe.
Ante la caída de la “utopía de masas democrática” y la emergencia del “pensamiento único”, se levanta la figura del peruano que hablaba de la tradición y el mito. El editorial de La Escena Contemporánea en 1999 propone a 1989 como un año “Aleph” donde concluyó un universo y comenzó otro.
¿Qué dijo Mariátegui sobre la tradición y qué valor tiene hoy Mariátegui, a treinta años de pensamiento único?
IV.
Entre 1930 y 1989, la influencia de Mariátegui en Argentina fue marginal. En 1959 editorial Amauta publica Poemas a Mariátegui con prólogo de Pablo Neruda. Incluye contribuciones argentinas entre peruanos, bolivianos, mexicanos, un cubano y un norteamericano que es Waldo Frank. Cinco argentinos fueron tomados del nº 20 de La Vida Literaria. A ellos se suma un poema de Raúl González Tuñón en ocasión de los 25 años de la muerte de Mariátegui, otro de José Portogalo también del Partido Comunista y dos colaboraciones extraídas del número homenaje de Claridad: Vilela y Courier. La contrasolapa de Poemas a Mariátegui reproduce un fragmento de “In memoriam” de Lugones en La Vida Literaria. Neruda y Tuñón rescatan al peruano que no interesa en Contorno ni en Sur. A fines de la década de 1940 Murena cuestiona a Borges, reivindica a Neruda y a Martínez Estrada, pero no se detiene en el poema que Martínez Estrada dedica a Mariátegui en el número homenaje y que aparece en el libro con prólogo de Neruda.
V.
Según la versión “parricida”, Radiografía de la pampa en 1933 habría llegado varios años después del golpe, como un rayo que cayese de un cielo sereno. En la década de 1950 discutieron al martínfierrismo pero omitieron La Vida Literaria. En la tapa del número homenaje a Mariátegui escriben: Franco, Lugones, Martínez Estrada, Capdevila y Gerchunoff. No es casual que Franco ocupe la columna izquierda y Lugones la derecha.
¿Qué posición sobre la literatura y la cultura defendían los directores de La Vida Literaria?
En “Nuestro tercer aniversario” del número de julio de 1931, Glusberg mira en perspectiva:
Desde su primer número, nuestro periódico fue el reflejo exacto de lo que su nombre proclama; no el de las posturas de ninguna camarilla o generación determinada puesto que empezamos por no aceptar ninguna de las divisiones establecidas. (…) Por eso en La Vida Literaria colaboraron y seguirán colaborando escritores de las más distintas tendencias, edades y países, en un régimen de completa libertad. Claro que tal régimen no se aviene con ciertos literatos que buscan un dogma “puro” o una escuela exclusiva para marcar el paso de moda. Allá ellos. Lo cierto es que La Vida Literaria ha resistido en sus tres años de existencia muchos dogmas y muchas capillas, para mantener su posición inicial de periódico “impuro”, que no considera a la literatura una categoría ajena a la historia a la filosofía y a la política.
La Vida Literaria disputa lectores “cultos” del incipiente público de masas. Según Glusberg –que volvió a ser el único director a partir del nº 32–, en los tres primeros años enfrentaron al dogma del hispanoamericanismo y al dogma del nacionalismo. Con esos puntos de partida, subraya, los directores del periódico fueron los mismos que organizaron la primera Exposición Nacional del Libro. En las tapas del periódico anuncian tiradas de diez mil ejemplares, los lectores podían conseguirlo en quioscos de revistas y librerías de Buenos Aires, circulaba en las ciudades de La Plata y Rosario y por distintos países de América Latina.
Desde el nº 15 de octubre de 1929, en el 17 y en el 19 aparecen contribuciones de Mariátegui: sobre literatura rusa, Chaplin y “Arte, Revolución y Decadencia”, un artículo que discute a Ortega y Gasset y al fascismo.
La influencia de Mariátegui sobre Martínez Estrada quedó grabada en las dos columnas centrales de la tapa homenaje donde figura el poema: “Marcha fúnebre en la muerte de un héroe. (A tres voces)”. La obra de teatro de “alta” cultura en verso de Martínez Estrada Títeres de pies ligeros inauguró el Teatro del Pueblo de Leónidas Barletta. En el número homenaje a Mariátegui, Barletta escribe un texto breve: “Estábamos tan cerca…”. También estaban cerca La Vida Literaria de Claridad.
VI.
En la década de 1920 la utopía de masas en Argentina se contrajo hasta desaparecer. El peronismo prescindió de la historia de sus orígenes. El nacionalismo desde Rojas, Gálvez, Lugones pasando por Palacios, los Irazusta hasta llegar al peronismo en la década de 1940 jamás concibió una utopía de masas. Las masas eran la mezcla de los pueblos originarios con los inmigrantes. La gráfica peronista es ajena al muralismo mexicano. “Argentina” el poema elaborado por Martínez Estrada antes de julio de 1924 configura una utopía democrática de masas modernista como los murales de Diego Rivera y las ideas de Pedro Henríquez Ureña sobre la necesidad de que los poetas compongan figuras de la sociedad imaginada en las revistas de la reforma universitaria.
Martínez Estrada abandona el optimismo inicial en la utopía de masas a partir de 1925, cuando produce un giro que lo distancia de Lugones y lo acerca años después a Horacio Quiroga.
En la década de 1920 Glusberg y el poeta Martínez Estrada estaban con los trabajadores inmigrantes y los pueblos originarios; cerca de Mariátegui, lejos de las posiciones políticas de Lugones.
VII.
Cuando fue el golpe, el nº 24 de La Vida Literaria estaba preparado para discutir La Grande Argentina del poeta mayor. Un aviso editorial aclara el destiempo, los comentarios y críticas al libro fueron escritos antes de la asonada militar que cambia las cosas. Retiran colaboraciones. El golpe impacta sobre la formación intelectual; el reciente “trivio directivo” lo da a entender en una frase de “Dos palabras, por la dirección”: “El libro propone un camino hacia la grande Argentina que todos soñamos. Pero, como es sabido, son muchos los caminos que conducen a Roma.”
VIII.
El homenaje a Mariátegui expresa la diversidad al interior del periódico. Lugones escribe en prosa “In memoriam”, entre otras cosas, dice: “Había abrazado en efecto la excesiva quimera de abrazar el socialismo: es decir un invento alemán, a la redención del pueblo peruano; y extremista por impaciencia como todo temperamento generoso, fue desde ahí a la apología del comunismo bolchevique cuyo experimento fatal han debido rematar en Méjico a tiros.” En la otra punta de la tapa, Luis Franco publica “Elogio hecho elegía”, comienza con una línea: “Ha muerto cuando comenzaba a ser indispensable.”. Franco denuncia la persecución del régimen de Leguía. Arturo Capdevila en “Mariátegui, el hombre de la atalaya” lo describe subido a la revista Amauta como un vigía: “América ha perdido acaso al más valiente de sus centinelas”. La columna de Gerchunoff se resume en el título: “Un pensador americano de ideas universales”. El autor de Los gauchos judíos dice sobre el peruano: “Mariátegui era una personalidad europea.” y lo coloca en una tradición cosmopolita junto a Mitre y Sarmiento.
Ni Lugones, ni Gerchunoff atienden a las columnas de Mariátegui sobre nacionalismo y vanguardismo rescatadas setenta años después por la revista La Escena Contemporánea de 1999. Ante “Heterodoxia de la tradición” no cabe acusar a Mariátegui de europeo por marxista o “cosmopolita” dado que –tal como la irreverencia de Borges– la suya es una respuesta paradójica al dilema y no una opción excluyente por uno de los términos.
Nacionalistas y americanistas discuten en La Vida Literaria.
A pesar de la cercanía alrededor de la editorial Biblioteca Argentina de Buenas Ediciones Literarias (B.A.B.E.L.), a pesar de la relación personal de Lugones con Martínez Estrada y Glusberg, sus ideas políticas durante la segunda mitad de la década de 1920 eran diametralmente opuestas. El aluvión inmigratorio fue leído por uno con desprecio y por los otros como tema principal del proyecto político cultural.
Mariátegui en Buenos Aires habría sido perseguido. Lo dicen Korn y López: Glusberg apostaba por una llegada de Mariátegui sin actividad política.
IX.
En La Vida Literaria fermenta Radiografía de la pampa. El poema de Martínez Estrada a Mariátegui en el centro de la tapa del nº 20 es el último antes de lanzarse de lleno a la prosa. Vuelve a la poesía mucho después, con “In memoriam” para el aniversario por la muerte de Lugones en febrero de 1939. “Marcha fúnebre en la muerte de un héroe” escrito entre mediados de abril y mayo de 1930 y toda la poesía publicada en 1929 –por la que obtiene el Premio Nacional de Literatura– son pre-textos genéticos del ensayo radiográfico publicado entre julio de 1931 y el mismo mes de 1933.
El poema al peruano reivindica un héroe mítico latinoamericano. Buscar una razón en Mariátegui que explique por qué Martínez Estrada compuso el poema a tres voces encamina al séptimo ensayo sobre la realidad peruana. “El proceso a la literatura” define a César Vallejo de un modo que pudo haber impactado en Martínez Estrada cuando escribió “Marcha fúnebre…”. Las tres voces de la poesía disuelven el individualismo de los poetas románticos de los que, según Mariátegui, Vallejo se aparta desde Trilce. Las voces también recuerdan las tres personalidades en las que se divide el yo lírico con el nombre de Martínez Estrada en el poema dedicado a Horacio Quiroga de Humoresca, en 1929. En el poema a Mariátegui una voz es castiza y solemne; la otra, heroica; la tercera, amarga.
La voz monológica del poeta lírico entra en crisis terminal en 1929; allí funda la potencia dialógica de la prosa radiográfica.
X.
Mariátegui y Martínez Estrada piensan el mito desde una fuente común. Un poeta francés muerto muy joven: Henri Franck, autor del libro La danza ante el arca. El argentino dedicó al francés una conferencia a pedido de los estudiantes de la Universidad de La Plata, a fines de 1928. Mariátegui lo cita en su ensayo de 1925: “El hombre y el mito”. Los tres bailan su danza nietzscheana ante el arca del lenguaje y la literatura.
XI.
A Waldo Frank en Estados Unidos le llegan ambas noticias juntas, la muerte del peruano y el golpe en Buenos Aires.
A fines de 1929 el periódico se dedicó a la visita del autor de Redescubrimiento de América. Después del estadounidense llegaría el peruano.
Las páginas de La Vida Literaria esconden un tesoro “heterodoxo” de tradición literaria argentina en los orígenes cosmopolitas –y a la izquierda– de Sur; años de consagración de Martínez Estrada como poeta.
Docente en la Universidad de Buenos Aires. Realiza su tesis de doctorado sobre la poesía de Ezequiel Martínez Estrada. Participa en la revista Escritores del Mundo.
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación | Universidad Nacional de La Plata
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