“No te dejes engañar
por el papel brilloso de los chocolates
ni la vista iluminada de la ciudad cuando oscurece.
No te distraigas
con los que se fotografían en familia,
alzan trofeos,
o se muestran seguros
en las revistas de mucho tiraje.
Que tu corazón esté
con los que viven solos,
los que saben que un par de tragos
jamás abolirán el azar
y por eso forman parte de este estúpido club”.
Sindicato – Fabián Casas (Oda – 2003)
Tomás Felipe “El Trinche” Carlovich jugó durante la mayor parte de su carrera en el ascenso del fútbol argentino, donde desplegó su zurda y dominó el mediocampo en canchas de pura tierra. Su carrera como profesional se desarrolló en equipos de la “B” y la “C” y en las ligas provinciales, jugando en la máxima división solamente en cuatro oportunidades. Sin registros fílmicos que recuperen ninguna de sus proezas, lo que sí hay es un perfil. Una historia formada por un universo de testimonios, una auténtica maquinaria oral con vida propia, nacida mucho antes de la propagación de las fake news, que lo ubican en el podio de los mejores jugadores de la historia.
Debería aclararlo: escribo esto desde afuera del mundo fútbol, un mundo con idioma y reglas propias y de cosas que, en su enorme mayoría, desconozco. Entro sabiendo y declarando que lo hago en un territorio ajeno sin siquiera saber su lenguaje de señas. Me dispongo, sin embargo, a escribir para averiguar, en el transcurso, qué estoy haciendo acá: averiguar por qué escribo sobre el Trinche, por qué escribo sobre un 5 del ascenso argentino y de las ligas provinciales que nunca salió en las figuritas. Supongo que lo hago para intentar descifrar cómo se forjan historias como la suya. Hacía mucho no me pasaba: encontrarme con una historia con una fuerza de atracción tan potente.
¿Cómo se construyen estas narrativas? ¿Desde qué lugar se narra a un símbolo del fútbol de otra época? ¿Quién fue el primero que lanzó “esta tarde juega el Trinche” como consigna para arrear al barrio y llenar la tribuna y puso en marcha, sin saberlo, la máquina de hacer historias? Supuse primero, tal vez para sentirme un poco más seguro, que debía escribir esto desde el mundo del boxeo, ese mundo que sí conozco. Este ejercicio me permitiría, sin mayores peligros, levantar un puente seguro por el cual cruzar. Lo que une al boxeo y al fútbol son sus historias. Hablaría entonces de una historia más entre tantas.
Siento una particular atracción por las historias. Puedo prescindir del papel. Creo que todo ocurrió cuando leí el discurso del poeta Fabián Casas al momento de recibir el premio Anna Seghers en Alemania: “en cada bar, oficina, hotel o cualquier lugar donde la gente se junta, está alguien escribiendo el sermón de la montaña. Simplemente hay que ponerse en estado de atención para poder oírlo”. A partir de ese momento empecé a encontrar literatura en todas partes.
Esa es la historia de Carlovich: una mezcla de literatura y vida forjada por los primeros alquimistas de Rosario que conformaron un perfil definitivo con los elementos que tenían a mano: un quijote dueño del medio campo de las canchas del ascenso que, aseguran quienes lo vieron jugar, fue mejor que Messi y Maradona. Alejandro Caravario, autor del libro Trinche, reúne todas las piezas y las pone en orden. Entonces los elementos de la alquimia aparecen: por ejemplo, el día de 1974 en que el Trinche humilló en un amistoso, junto a un combinado de la ciudad de Rosario, a la Selección nacional que viajaba en unos días a disputar el mundial de Alemania y le tuvieron que pedir, después del 3 a 0, que afloje porque iba a desmoralizar a los muchachos y en unos días tenían que viajar. La tarde en que un referí lo echó y se arrepintió al momento, guardando la tarjeta roja en el bolsillo y sacando raudamente la amarilla: la tribuna no soportaría que el Trinche no brillara en el campo de juego. Aquella vez que Carlovich se hizo sacar la roja en un partido que se estaba disputando al costado de la ruta porque el micro que lo devolvía a Rosario pasaba en media hora y no podía perder tiempo. O cuando Menotti lo convocó a la selección y él se fue a pescar. También la tarde en que la lluvia inundó el campo de juego y lo tuvo al Trinche con la pelota en el aire los 90 minutos. Aparecen también los elementos más trágicos de la composición: cuando el Cosmos de Pelé lo quiso comprar pero el brasileño se puso celoso y todo se pinchó. Y luz: la tarde en que Maradona le dijo “vos fuiste mejor que yo”.
Todo esto reconstruye Caravario en el libro, y lo hace a través de un ejercicio de escritura que recupera un entramado de voces que da forma a un personaje creado a pura pulsión de relato colectivo, una historia moldeada por generaciones y traspasada de voz en voz hasta el relato final. El libro, ágil y movedizo, se mueve de anécdota en anécdota y explora también el lado B del genio en estado salvaje: la sensibilidad del Trinche, su carga ética, su escala de valores. Todo su mundo a contramano del actual. Toda su figura chocando contra cualquier posibilidad de gloria.
“Trinche: Un viaje por la leyenda del genio secreto del fútbol, de la mano de Tomás Carlovich” es una suerte de biografía coral que reúne testimonios de aquellos que lo vieron jugar y sostienen que nunca hubo nada igual en un medio campo y que ese flaco alto y a veces un poco desgarbado para correr, era capaz de todo con una pelota en los pies. Pero también testimonios de aquellos que se preguntan por qué hoy los pibes no tienen el 5 de trinche en la espalda cuando patean en un potrero, por qué la A nunca puso los ojos en él, por qué nunca se convirtió en estrella. Hay lugar también para los que se atreven a ensayar respuestas, aportando la cuota poética de la alquimia: el Trinche jugaba al futbol de puro placer y le daba lo mismo Central Córdoba que el Real Madrid. O la Champions que la Primera C. Que la idea siempre fue la misma: jugar a la pelota y no alejarse del barrio. Como propone Caravario promediando el libro “convertir la pelota, ese juguete de siempre, tal vez el único, en una herramienta de trabajo, en el instrumental de una profesión que promueve negocios fenomenales, exige un esfuerzo noble. Al borde de la impostura. Seguir viéndola como un chiche -y al fútbol como un recreo fascinante – tal como le pasó al Trinche y a muchos otros, suena a estricta madurez”.
El libro parece escrito para los amantes de las historias, orales o de papel. Para aquellos, lectores o no, que buscan un gesto poético en tierra arrasada, o al menos la posibilidad de que algo así pueda seguir existiendo. O para ese gran universo de lectores que tienen atracción por las historias de los que no pudieron, no quisieron o no supieron. Ese mundo donde están todas las cosas que no se dieron: los goles errados o hechos en tiempo de descuento, las pelotas que pegaron en el palo y ahogaron gritos que eran de campeonato, las lesiones imposibles que terminaron con carreras. El boxeo, claro, también las tiene y forman parte del corazón de sus narrativas: Firpo en el Pollo Grounds de Nueva York viendo cómo Dempsey se sube al ring después de haberlo desparramado por el suelo, el intocable Locche siendo noqueado por Kid Pambelé la noche en que no pudo brillar, la última pelea de Maravilla en el Madison Square Garden esperando que todo termine rápido. Nada como el fútbol y el boxeo para reunirlas.
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La mañana del seis de mayo la historia del Trinche sumó un nuevo capítulo, luego de ser asaltado y brutalmente golpeado para robarle la bicicleta con la que recorría las calles de Rosario. Falleció dos días después luego de no soportar la operación.
Durante el mediodía del 9 de mayo una multitud se acercó con barbijos y banderas del Trinche al Estado Gabino Sosa de Central Córdoba para darle el último adiós a su mayor gloria, en lo que significó una masiva gambeta a las medidas de aislamiento social. El cinco del ascenso sumó entonces un epílogo a la altura de su trayectoria: nadie sabe lo que puede un mito.
Es profesor en Historia en el Departamento de Ciencias de la Educación de la FaHCE (UNLP).
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación | Universidad Nacional de La Plata
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