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HISTORIA

TOMÁS SCHIERENBECK


La trinchera austral. La sociedad argentina ante la Primera Guerra Mundial (2017)
de María Inés Tato

tato

La verdadera Guerra, la que yo veo, la que yo oigo, la que yo huelo, es la guerra común, es la guerra vulgar y sucia y hedionda de los seres humanos que declaman frases de tragedia. Lloran y se quejan ¿queréis que os diga más? Ni siquiera se acuerdan de la patria. 

Juan Jose de Soiza Reilly, 

corresponsal argentino en el frente oriental. 

     Ríos de tinta han corrido detrás de poner en palabras lo que muchos de sus protagonistas callaron e intentaron olvidar o, por el contrario, como ha comprendido Ernst Jünger en Tempestades de acero, se convirtió en la aventura más significativa de su vida. La Primera Guerra Mundial o la “Gran Guerra” ha sido uno de los eventos que han marcado el devenir de la Historia occidental a tal punto que, como ha expuesto uno de los más grandes exponentes de las ciencias sociales, con ella ha tenido inicio el “corto siglo XX” (Hobsbawm). Para quien escribe estas líneas, el desenlace de este conflicto devino en que sus antecesores migraran y se conocieran en la Argentina. 

      Sin embargo, y hablando en términos académicos, un análisis pormenorizado de los avatares de las conflagraciones en el territorio porteño era inconfundiblemente un espacio vacío y a completar.  Esta vez, a partir de la editorial Prohistoria en su colección Historia Argentina, Maria Inés Tato, a través de un trabajo archivístico preciso que recurre a instituciones nacionales e internacionales, nos ofrece una aproximación sin igual a la historia detrás de aquellos millones de vidas expectantes y , como ha indicado Gastón Sanchez, “pendientes de un hilo” que en el frente más austral de la “Gran Guerra”, imaginaron, sufrieron y hasta protagonizaron en carne propia las repercusiones de los acontecimientos en Europa.  El corpus de esta obra se estructura en dos partes. Por un lado, los primeros tres capítulos referidos a aquellos actores sociales que actuaron como “mediadores culturales” y nexos sociales, produciendo, mediante sus operaciones discursivas, la mismísima narrativa de los acontecimientos en Europa en la región rioplatense.  Por otro, los capítulos IV, V y VI, donde Tato nos invita a sumergirnos en la movilización de la sociedad “en sentido más amplio, entendiéndola no solo en sus facetas económicas y militares sino también como un proceso político y cultural que involucró en un sistema de valores y en definiciones identitarias estrechamente ligadas a la cuestión nacional”.

     En el capítulo “La propaganda bélica en el Plata”, Tato nos invita a inspeccionar distintos artefactos culturales utilizados por los beligerantes en la región rioplatense a sabiendas de lograr que sus argumentos calaran en los ciudadanos. En este sentido, la autora hace notar que no sólo periódicos, panfletos, fotografías y films, producidos en Europa, fueron las armas utilizadas por organismos como Maison de la Presse o el Zentralstelle für Auslandsdienst sino también que estos mismos organismos, mediante la intersección de las comunidades étnicas asentadas en la región, buscaron que su aparato propagandístico incluya también las plumas de intelectuales y personalidades nacionales que permitiera una mayor “apropiación y resignificacion” de las narraciones por parte de los consumidores locales.  Sin embargo, Tato no se limita simplemente a mencionar aquellas personalidades e instituciones que funcionaron como teatro de operaciones en territorio porteño sino, por el contrario, da cuenta también del valor inconfundible que tuvieron las relaciones transatlánticas que permitieron, por ejemplo, que gran parte de la propaganda germana haya sido producida por editoriales en España al igual que aquellas vías –legales e ilegales- por las cuales se colaba la propaganda aliada en la región. Asimismo, los argumentos esgrimidos por ambos bandos también son analizados en este breve, pero preciso, capitulo inicial: mientras la Triple Entente se posicionaba como veedora del Panlatinismo, argumentando que era “una lucha de la civilización contra la Barbarie” y la “colisión cultural entre la democracia y el autoritarismo”, desde los imperios centrales se impugnaba su caracterización como “bárbaros” y se criticaba el carácter colonizador de Inglaterra sobre la soberanía latinoamericana (dando como ejemplo principal las Islas Malvinas) y las relaciones comerciales desiguales que subsumían a la región al mismo tiempo. 

     El capítulo II titulado “Noticias de la guerra europea” nos sumerge en los procesos de codificación, transmisión y circulación de los mismísimos telegramas provenientes de Europa en las calles porteñas. En este sentido, mediante un corpus de fuentes polilingüe, las agencias de noticias Havas (francesa), Reuters (inglesa) y Wolff (alemana) son analizadas como operadores que, tras la censura oficial de sus respectivos Estados, difundieron sus “cables” entre los principales medios gráficos nacionales de la época. Asimismo, los periódicos nacionales son interpelados en su accionar a modo de redescubrir su posicionamiento en la contienda. Para eludir el consumo pasivo de la información proveniente de Europa, los diarios de gran tirada, como eran La Nación y La Prensa, supieron nutrirse de fuentes alternativas como las agencias de noticias norteamericanas y “enviados especiales” (tales los casos de Juan Jose Soiza Reilly y Roberto Payro) que le permitieron mostrar cierta objetividad, al mismo tiempo que la difusión de forma intercalada de noticias en favor de un bando u otro le otorgaba cierta categoría de ecuanimidad, a pesar de que, en ambos periódicos, “es factible identificar cierta proclividad difusa hacia la Triple Entente”. Sin embargo, las conflagraciones de la guerra para nuestra autora también repercutieron en el modo en que la información llegó a nuestras costas, no es un dato menor la destrucción de los cables de la empresa Wolff en manos de los ingleses que dificultaron el arribo de noticias desde las potencias centrales. En este sentido, no es un dato menor el análisis diagramado por Tato respecto a la fundación por parte de la colectividad germanoparlante del diario La Unión, publicado en español y con tiradas de más de 40.000 ejemplares, como un organismo que buscaba “corregir los estereotipos sobre Alemania difundidos por la propaganda”.

     Con la excusa de dar cuenta de la movilización cultural, económica y política protagonizadas por las comunidades étnicas en territorio nacional, el capítulo III titulado “Los europeos de ultramar frente a la ‘Unión Sagrada’”, narra las campañas de alistamiento para reservistas, las colectas de donaciones y las movilizaciones en apoyo a los respectivos contendientes por parte de las comunidades y sus simpatizantes. No obstante, este capítulo, realizado mediante un trabajo de archivo que hace recorrer a nuestra autora desde recortes periodísticos del Deutsche La Plata Zeitung y Giornale d Italia hasta los informes de la Embajada Francesa en Argentina y la Cruz Roja Internacional, se transforma en un impensado “punto de fuga” para interrogar y (potencialmente) comprender en profundidad el carácter híbrido que significo el conflicto para aquellas comunidades lingüísticas asentadas en el extranjero. El sentido de pertenencia a una nación lejana –que muchos no habrán de conocer jamás-, la tan ansiada integración buscada por el Estado Argentino, los límites de la ciudadanía definida en sintonía con el Estado-Nación y los propios “horizontes de expectativas” que los sujetos arrastraban, son elementos mencionados por la autora, que se ponen en juego para redescubrir una nueva cara de la Historia en los “frentes internos” y que, sin lugar a dudas, a partir de este libro retornarán en investigaciones sucesivas.

     Por otra parte, mediante el estudio de las densas redes transnacionales construida por personalidades e instituciones del ámbito político y cultural nacional, la auto-movilización de la sociedad argentina es analizada en los subsiguientes dos capítulos a punto tal de exponer las particulares respuestas locales a los procesos internacionales. Así, y en la medida en que, “para elites latinoamericanas Francia representaba la cima de la sofisticación y del progreso de la civilización occidental”, no es casual para Tato advertir que, numerosas figuras nacionales se alistaron en las armas que defendían de los valores occidentales y el laicismo, organizaron colectas en el territorio nacional por la causa “aliada” al mismo tiempo que, las mujeres de la elite, reproduciendo su supuesto lugar en la sociedad burguesa, se alistaron como enfermeras para los hospitales de campaña en las costas francesas. Asimismo, Tato nos hace notar que el ámbito intelectual se subsumió en una grieta entre germanófilos y aliadófilos, interpelada aquí como una reproducción de la inserción que cada esfera científica tenía en particular con las corrientes y paradigmas europeos, donde París se reconocía como la metrópoli cultural por excelencia y Berlín se percibía como el cenit de la ciencia y la tecnología. Sin embargo, y con seguridad el elemento más atractivo en estos apartados, nuestra autora nos indica que los posicionamientos y análisis sobre la realidad internacional no estuvieron ajenos de relecturas en clave nacional, internacionalista y hasta latinoamericanista por los intérpretes. De este modo, si los sectores liberales interpretaron a la guerra como un conflicto en sintonía con los ideales sarmientinos en la eterna pugna entre civilización y barbarie, suscribiendo que nuestros caudillos podían encontrar en el Kaizer un buen sucesor en sus prácticas autoritarias y antitéticas a la modernidad, Manuel Ugarte, desde su periódico La Patria, enarbolaba la bandera de la Patria grande y la suscribía a la idea de mantener una posición neutral y atenta “al verdadero peligro: el imperialismo norteamericano”. En tanto, desde la FORA y el diario La Protesta, los anarquistas advertían que “el proletariado unido que lucha por su emancipación es contrario a todas las guerras que emprenden los grupos capitalistas y gobernadores para asegurar y ampliar el predominio que ejercen”

     La política en las calles invade al lector en el último capítulo de este libro, la efervescencia de las manifestaciones, las discusiones y trifulcas entre neutralistas y rupturistas son reconstruidos aquí de modo tal que Tato logra interaccionar los avatares de la política nacional en torno al conflicto y el “humor social” con la crisis diplomática surgida a partir del hundimiento de tres barcos de bandera nacional por submarinos alemanes y el Affaire Luxburg. En este sentido, los espacios asociativos y eventos masivos en las plazas porteñas son recuperados de tal forma que se captan la presiones que desde estos espacios fueron erosionando las instituciones legislativas y el poder ejecutivo nacional.  Empero, y tal vez siendo el punto más alto de esta interesantísima investigación, la autora da cuenta de cómo los distintos actores de la política argentina argumentaron y se posicionaron como baluartes de la soberanía nacional al mismo tiempo que acoplaban sus narrativas sobre el presente y el futuro venidero de la Argentina dentro de un entramado ideológico transnacional ligado a sus vínculos culturales y políticos. Es decir, la autora demuestra que la propia definición de la identidad nacional entró en disputa en consecuencia de los acontecimientos que ocurrían del otro lado del atlántico y en una sociedad donde el proyecto de un Estado-Nación monolingüe estaba en plena consolidación.

     Sin lugar a dudas, lograr en pocas páginas un análisis pormenorizado del devenir de acontecimientos y procesos en constante interacción y en una espacialidad trasatlántica da cuenta de una vida de investigaciones detrás de un objetivo claro. Sin embargo, el trabajo de Tato no debe ser encapsulado como un aporte singular a la trama de la historiografía nacional. Por el contrario, la autora invita a reivindicar las experiencias de los actores singulares de la historia al mismo tiempo hace posible, a todos aquellos interesados en los procesos migratorios, a redescubrir las identidades híbridas que construyeron aquellas comunidades étnicas en la Argentina.

TOMÁS SCHIERENBECK

Es Licenciado en Historia (UNLP-FaHCE). Doctorando en Estudios Interdisciplinarios de Europa y América Latina (CONICET-FaHCE/Universität Rostock).