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TELEVISIÓN / HISTORIA

MANUELA TELLECHEA


Huellas de un Siglo (2010)
de la Televisión Pública Argentina

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     25 de Mayo de 2010, 200 años después de la conformación del primer gobierno patrio en Argentina, fecha que conocemos como Revolución de Mayo, se producen múltiples materiales. Se conmemora este aniversario en discursos, se escriben artículos en revistas, libros de toda índole, se genera contenido audiovisual animado y documental, se realizan actos en la ciudad de Buenos Aires y en cada municipio de nuestra extensa Argentina, se componen canciones.  

     Hoy, 10 años más tarde, toda esa producción aún disponible nos acerca al hecho, ubicando la mirada tanto en 1810 como en 2010 ¿De qué manera fue abordado el bicentenario y como se lee el 25 de Mayo de 1810? ¿Qué significa que se cumplan 200 años de la Revolución de Mayo? ¿Qué mensajes se transmiten en cada material producido? ¿Es tan solo una fecha que nos remite a un hito fundamental de nuestra historia como país soberano o nos habla también del presente? 

     Huellas de un Siglo es una serie documental transmitida por la Televisión Pública en 2010 que apunta a observar el último siglo de esos 200 años a través de 25 capítulos de aproximadamente 30 minutos cada uno, introducidos y finalizados por una conductora con breves explicaciones, reflexiones y algunas veces también preguntas. Cada uno de los capítulos se centra en un hecho particular de la historia argentina del siglo XX que, conforme a lo que reza la descripción de la serie, tienen una significación determinante en la construcción de la identidad de la Argentina. Pero entonces, ¿nuestra identidad se conforma de hechos históricos aislados, como un rejunte de sucesos? La primera reflexión que de esto brota es que la serie presenta una consideración histórica que se circunscribe a poderosos acontecimientos que en sí, y solo en sí, marcan a la sociedad en su conjunto. Distribuidos entre el centenario de la Revolución de Mayo y las revueltas sociales generadas por la crisis del año 2001, sin seguir necesariamente un orden cronológico, devuelven la imagen de una identidad constituida a partir de hechos desconectados como archipiélagos aislados –retomo las palabras de Nietzsche en su segunda Consideración Intempestiva-, dejando a un lado las causalidades y responsabilidades históricas que forman parte de cada uno de estos, como si se tratara de episodios surgidos de un repollo que nada tienen que ver con el tejido de relaciones sociales, económicas y políticas que los rodean.

     Esta manera de abordar el siglo a través de sucesos puntuales, presentados como grandes iniciativas, apuesta a lo que también Nietzsche repone como los perjuicios que puede presentar la historia monumental frente a la utilidad que esta manera de abordar el pasado podría prestarle a la vida. Sin embargo, esta primera impresión suscitada de un acercamiento prematuro a la serie, que sin mayor profundidad revisa los títulos y las descripciones de cada capítulo, vira a una mirada que complejiza la manera en que el bicentenario fue tratado en Huellas de un Siglo. Ya no son la mera descripción de acontecimientos importantes en nuestra historia, sino que también su contextualización y la intención de dar una explicación lo más amplia posible del suceso, recuperando la situación que atraviesan lxs actorxs principales, la situación económica y política prevaleciente. Abordados desde múltiples fuentes como notables archivos televisivos, relatos en primera persona de participantes de los hechos, literatura y cine, que aportan a la caracterización y descripción de la situación reinante en cada época. 

     La utilización del arte como fuente le otorga un valor adicional a los capítulos, ya que logra poner en el centro las discusiones e ideas circulantes en la época, suspendiendo, aunque sea un instante, el relato histórico acerca del mismo, sin necesidad de que se trate de los relatos de los protagonistas sino amplificando la mirada hacia el humor social. Un ejemplo claro es la condensación de los sentidos circulantes en el capítulo sobre el primer golpe de Estado, El golpe del 30, a través de la película Cadetes de San Martin de Mario Soffici, que muestra la exaltación de los valores militares y también el retrato de las condiciones de vida en la ciudad con fragmentos de Aguafuertes porteñas de Roberto Arlt. Lo interesante es que se busca mediante la multiplicidad de fuentes poner de relieve los debates que aglutinan a lo que más arriba describimos como hechos aislados, invitando así a entenderlos no sólo como un acontecimiento sino como parte de un proceso con un largo periodo de gestación lo cual contribuye a su entendimiento más acabado y excede al hecho puntual en sí. 

     Este fluir histórico relatado a lo largo de los capítulos tiene la particularidad de presentarse de forma desordenada y caótica. Rebotando de un acontecimiento a otro, empieza por la mitad del siglo dando saltos hacia las últimas décadas para luego ir a las primeras y regresar después a los años 50. Sin embargo, durante este vaivén se establecen puentes entre diferentes episodios que generan relaciones históricas, un hilo conector entre sucesos distanciados en el tiempo. Se puede pensar que a partir de observar y delimitar ciertas imágenes desde el presente es posible generar relaciones entre algunas de ellas como un continuo histórico pero que, tal vez, en su coyuntura esa relación no era tan nítida. O quizás tampoco lo es ahora, sino que se trata de un mero ejercicio de  historia crítica, donde el pasado es llevado a juicio, tendiendo puentes a partir de reflexiones que emparejan imágenes, como las milicias civiles de la semana trágica con la AAA o las medidas económicas de la década del 90 con las promulgadas durante la dictadura cívico-militar de 1976. Estas analogías promueven la comprensión histórica y la visualización de similitudes a lo largo del siglo para lo que deben ser tomadas tal y como imágenes, sin escarbar demasiado en las particularidades de donde brotarán las diferencias, o hacerlo en el caso de que el objetivo sea sumergirse allí, lo cual no persigue Huellas de un Siglo.

     Pero, además de las conexiones históricas que se pueden hacer entre diferentes imágenes a lo largo de los capítulos, hay un aspecto que recorre a la serie en su totalidad. El criterio con el cual no solo se eligen los acontecimientos sino también cómo se abordan marca un camino y da indicios sobre la forma en que lxs directorxs de la serie miran el pasado. Según indica la conductora del programa el eje está puesto en los “sucesos políticos y sociales para que podamos mirar al futuro pero con memoria”. Esta frase, que retomaremos más adelante, otorga un sentido muy amplio a la serie documental en su conjunto, pero lo que me interesa desarmar ahora es cómo son relatados esos sucesos donde se puede observar una línea que da sentido a la serie en su conjunto. 

     Se le saca el polvo y el conflicto se convierte en el protagonista de la serie, pensando en una idea continua de Revolución que se sigue sucediendo desde 1810, con sus marchas y contramarchas. Tanto las imágenes como los relatos que se forman alrededor de los capítulos lo evidencian. De esta forma se lo ubica como motor de la historia en contraposición a una idea de desenvolvimiento armónico y causal, como una cuestión dada y progresiva hacia una meta predefinida. Por el contrario, la mayoría de los capítulos buscan darle peso a esos sucesos que, como puntos de inflexión, parecen transformar el sentido de la marcha de la historia. Se destaca dentro de estos conflictos que quienes los caminan no son precisamente grandes figuras de nuestra historia, sino que, por lo general, se trata de asambleas populares, agrupamientos ciudadanos en base a algún rasgo compartido, puebladas, lo que suma otra decisión de la serie que da cuenta de una lógica compartida. Esto sucede incluso en los capítulos que parecieran a simple vista girar solo en torno a alguna personalidad destacada, como podemos ver en el quinto capítulo Eva Perón, último año con su pueblo. En este caso se pone el foco en su relación con los sindicatos y el conflicto que se genera alrededor del pedido de su postulación como vicepresidenta, en el que entran otrxs actorxs como las Fuerzas Armadas. Es en este sentido, que más allá del lugar que ocupa su figura en el capítulo, el cual es importante, lo que se busca relatar a través de esta son las tensiones que configuraban a la Argentina peronista, tanto al interior del mismo movimiento como con actores externos.       

     Tomar una postura histórica desde las manifestaciones populares le otorga cierta frescura y vida a cada uno de los acontecimientos porque da cuenta del rol central que ocupan lxs ciudadanxs y a su vez el lugar que cada unx ocupa en los sucesos coyunturales de su tiempo. Esto no tiene la intención de enjuiciar negativamente a los relatos históricos que ponen en un lugar preponderante a las grandes figuras de nuestra historia, que sin duda ocupan un lugar fundamental y la serie lo muestra también con los dirigentes sindicales del Cordobazo. A lo que se apunta es a no desprenderlxs de su contexto social y de la relación que efectivamente mantenían con sus compañerxs, ya que este vínculo es parte esencial de dichas figuras que, de la misma manera que hicimos referencia a los hechos aislados al principio, no nacieron de un repollo. Si repasamos tanto la enseñanza de la historia a lo largo de la educación obligatoria como otras producciones de divulgación histórica podemos distinguir el lugar central que suelen cobrar lxs grandes personajes, corriendo a un costado la espesa trama de relaciones y conflictos que nos muestra Huellas de un Siglo. Podemos decir que la mirada social de la historia termina muchas veces opacada detrás de estas figuras que se llevan la atención. 

     La memoria conlleva intrínsecamente olvido porque a la hora de relatar cualquier suceso se ubica la luz en algunos aspectos, dejando otros en la oscuridad. Por lo tanto, no se debe perder de vista que se toman decisiones frente a qué olvidar, razón por la cual se pone en valor la determinación de sacar a la superficie a actorxs usualmente puestos en segundo plano. En este sentido también se observa que de los más de veinte capítulos hay algunos que ubican el reflector en sucesos que fueron relegados al cajón del olvido de la historia oficial. Entre ellos podemos nombrar Los bombardeos a Plaza de Mayo, La huelga de la construcción y El Malón de la paz, de los cuales el primero es el único que hace referencia a que se trata de un hecho olvidado. Nos detendremos un instante en el último porque creemos que condensa más de una cuestión olvidada. Por un lado, como marcamos previamente, es un suceso de la historia argentina relegado o ¿cuántas veces has escuchado hablar del mismo? De similar manera, dejando de lado la denominada Campaña del Desierto, ¿en cuántas oportunidades los pueblos originarios de nuestra tierra tienen un lugar en los relatos sobre nuestra historia nacional? Es así como se da lugar protagónico a estxs actorxs que caminaron desde la Puna hasta Buenos Aires durante el Malón de la paz, pero poniendo sobre el tapete el lugar marginal que no solo se les otorga desde la historia sino también en el presente y a lo largo de todo el siglo XX. 

     En cierto punto estos olvidos no dejan de asimilarse a un centralismo preponderante desde la misma constitución de Argentina como país, donde los procesos son siempre diagramados desde Buenos Aires hacia el resto de los territorios. Porque, ¿la misma Revolución de Mayo no fue un poco eso también? Tal como se relata en el capítulo El Centenario, el epicentro de los sucesos tanto en 1810 como en los festejos de 1910 fueron las cercanías del puerto y poco se sabía de lo que pasaba en el interior. Esto también es visible en la selección de los sucesos que darán cuerpo a cada uno de los capítulos. Gran parte se centra en la Provincia de Buenos Aires, o en Ciudad de Buenos Aires. Se advierte empeño en federalizar la elección de cada capítulo, lo cual es necesario remarcar porque no todas las producciones de divulgación histórica lo realizan, además de que es comprensible la decisión de distinguir los acontecimientos puestos en escena y que la mayoría estén circunscriptos allí dado el carácter de centro administrativo de nuestro país. Pero los capítulos no agregan, o cuando lo realizan es al pasar, reflexiones respecto a la repercusión de los acontecimientos en otras latitudes de Argentina. 

     Recopilando, vemos cómo diferentes formas de abordar la historia se encuentran, se entrelazan y crean Huellas de un Siglo. Desde el recorte de sucesos particulares que marcan puntos de inflexión a la construcción de nexos entre imágenes que rompen la causalidad directa de la marcha histórica lineal y sin contrapuntos. Englobado todo esto en la idea general de la serie que, retomando nuevamente a la conductora, se transmite para que podamos mirar al futuro pero con memoria, comprendiendo que somos parte y producto de esa historia impregnada de marchas y contramarchas que viajan por múltiples carriles, diferentes direcciones y además, como cuestión fundamental del hilo histórico que propone la serie, son movilizadas a través del conflicto y en los zapatos de cada unx de nosotrxs. Pero ahora, ese pasado que nos constituye como el camino que nos lleva al bicentenario de la Revolución de Mayo, ¿es solo el que vemos en los capítulos o son las temáticas de los libros que leemos? ¿A dónde no se dirige el reflector aún?

MANUELA TELLECHEA

Profesora y casi licenciada en Sociología por la FaHCE de la Universidad Nacional de La Plata.