1.
La música encierra una promesa, la de un futuro mejor, la de que los próximos 3, 10 o 40 minutos sean estupendos, y aunque no siempre se cumple seguimos creyendo en ella. En ese sentido, la escucha se parece a un acto de fe.
La música no tiene tiempo, es más se podría decir que toda música nos habla del futuro. Así haya sido grabada en los ‘70 o hace una semana, toda actividad cultural o artística contiene futuros posibles, los cuales encontramos condensados en una canción o en un disco. Esos futuros pueden ser nuevas formas de entender relaciones, los objetos o el trabajo, pero también pueden presentarse como desafíos a nuestros oídos, a nuestra forma de entender el tiempo, a nuestra forma de ser espectadores. En realidad, esos desafíos son sobre todo a su época, pero algunos, al ser tan adelantados, no pueden ser resueltos en su tiempo y quedan como interrogantes para próximas generaciones. Por eso, podemos decir que la música es una comunicación entre el pasado y el presente, proyectada hacia adelante
2.
Antes de comenzar con el libro en cuestión, creo que es necesario presentar a Mark Fisher. Podríamos decir que es un autor raro, anfibio y futurista, con una pata en la academia y otra en internet. Para quienes no lo conocen, es un escritor, ensayista y crítico musical nacido en Inglaterra en 1968. Pese a que sus estudios de grado y doctorado fueron en filosofía, es difícil poder definir bien cuál es su disciplina.
Su “carrera” comenzó ligada a un movimiento intelectual de los 90’ muy original y difícil de describir, llamado Aceleracionismo, un movimiento ligado a la academia, específicamente a la Universidad de Warwick. Pero luego de esos años de iniciación, en los 2000 hay un cambio drástico hacia las posibilidades que brindaría internet. Así, la creación en 2003 del blog K-Punk aparece como un momento fundacional en su vida. A partir de ahí y de una forma totalmente libre, comenzaría a publicar sus críticas culturales en forma de entradas de blog, las cuales hablan de música, pero también de cine, literatura, filosofía y más. Alrededor de ese blog se generó una comunidad de lectores, que lo transformaron en una especie de héroe de internet.
Pero si algo influyó en el pensamiento de Fisher fueron dos grandes momentos de la cultura inglesa. Por un lado, la cultura de la clase trabajadora británica durante el estado de bienestar; cultura muy cargada artística y políticamente, llena de escuelas de arte, laboratorios sonoros y música experimental, y en donde encuentra diferentes elementos disruptivos con el orden establecido, a esto lo llama “modernismo popular”. Por otro lado, y no menos importante, está la cultura rave de la Inglaterra de los 90’, la cual va desde el Acid house de principios de los 90’, pasando por el Jungle, hasta el Dubstep. Es decir, desde la electrónica más bailable, hasta la música más oscura de los 2000. En el devenir de esta cultura comunitaria y hedonista, Fisher vio elementos que ponen en cuestión las formas en que concebimos el tiempo, el trabajo y las relaciones humanas.
3.
El libro se llama Los fantasmas de mi vida, y ya en el primer capítulo plantea que nuestro presente está hecho de futuros perdidos, futuros que en algún momento fueron posibles, pero no pudieron ser. Tomando la idea del libro Espectros de Marx de Jaques Derrida, Fisher dice que estos futuros, lejos de haber desaparecido, siguen vivos, solo que se presentan como fantasmas, los cuales vuelven para recordarnos que las cosas podrían haber sido de otra forma.
Una buena pregunta sería la de ¿Qué es un fantasma? Podríamos decir que es el espíritu o la representación de alguien que murió, pero sin embargo deambula entre los vivos, como dice la canción de Serge Gainsbourg “Amores muertos que no terminan de morir”. Lo cierto, también, es que un fantasma da miedo. Cuando Marx dice “un fantasma recorre Europa” pienso el miedo que le puede causar a un burgués el hecho de que el comunismo no esté “ni muerto, ni vivo”, sino que sea un potencial.
Pero si el pasado vuelve es porque en el presente hay algo que se lo permite, algo que aún no se resolvió y le impide “descansar en paz”, o quizás alguien que intenta mantenerlo vivo. Ahora bien, en esta época de lo retro, lo vintage y el pastiche, en la que “todo vuelve”, lo que aún persiste del pasado, no es la moda, sino la idea de futuro.
4.
Fisher se pregunta si en nuestro presente existen elementos que nos permitan pensar la posibilidad de un futuro, pero no un futuro individualista y meritocrático, sino uno colectivo y utópico, que esté por fuera de las lógicas del neoliberalismo. La respuesta es que a simple vista pareciera que no, esto es lo que el autor llama “realismo capitalista” y retoma una frase muy gráfica que dice “es más fácil pensar el fin del mundo que el fin del capitalismo”. Pese a que vivimos en un orden que parece correr detrás de la novedad, lo cierto es que pensar un mundo diferente al que vivimos es casi imposible, es como si viviéramos un “aquí y ahora” eterno, como dice el autor retomando a Bifo Berardi, poco a poco experimentamos una “lenta cancelación del futuro”. Entonces lo de siempre, aburrimiento, abulia, ansiedad, anacronismo, inercia, repetición… y según Fisher no hay lugar donde esto se exprese más claramente como en el campo de la música.
Sin embargo, frente a esta situación que se nos presenta como irrevocable, Fisher nos enseña a lo largo de su libro un análisis de diferentes experiencias pasadas que contienen respuestas para desafíos de nuestro presente. Es así como el autor nombrara muchas y muy diversas, que van desde las vanguardias artísticas a series y radioteatros de los 60’, desde laboratorios sonoros, hasta barrios multiculturales en las afueras de Londres, desde bandas de punk militantes a las voces con autotune, desde películas de Christopher Nolan al resentimiento de clase.
Fisher propone entonces recuperar las diferentes visiones del futuro que existieron en estas representaciones artísticas, culturales y políticas y al mismo tiempo mostrar cómo aún se mantienen vivas en algunos espacios, sobre todo en proyectos musicales y experimentales. En este sentido, la música no solo es una representación de lo social, sino una llave que nos puede abrir las puertas a imaginar otras realidades.
A lo largo del libro los ejemplos musicales sobran, e indagar otros mundos sonoros como en el Krautrock, el postpunk o la electrónica puede permitirnos combatir este abúlico presente, donde el estancamiento de la música pop es un síntoma de la falta de imaginación de nuestro tiempo.
Otro punto importante del libro, es la forma en la que propone ver a la historia, donde pasado y presente no son tan tajantes, sino más una continuidad, y es sobre todo en la música, donde encuentra esa conexión. Por ejemplo, cuando habla del disco de Burial de 2006, dice “El álbum es como un viejo grafiti descolorido, realizado por chicos cuyos sueños de rave (baile) se estrellaron contra una serie de empleos sin salida (…) es como caminar por los espacios abandonados que una vez fueron carnavalizados y descubrir que volvieron a despoblarse”.
Sin embargo, como dijimos, estas experiencias de las que habla el autor, no solo están ancladas en el pasado, sino que están sucediendo y todo el tiempo, y para encontrarlas es necesario tener cierto tipo de sensibilidad que Fisher denomina Hauntología. Dice Fisher: “La hauntología puede ser construida entonces como un duelo fallido. Se trata de negarse a dejar ir al fantasma – o la negación del fantasma a abandonarnos. El espectro no nos permitirá acomodarnos en las mediocres satisfacciones que podemos cosechar en este mundo gobernado por el realismo capitalista”. Aquí no dejar ir al fantasma no es un acto de nostalgia al estilo “todo pasado fue mejor”, más bien es negarse a dejar de soñar.
5.
Leer a Fisher es una invitación a encontrar esos fantasmas, es una invitación a romper con el cerco del aquí y ahora del neoliberalismo actual. También es una invitación a volver a pensar un futuro, pero esta vez un futuro colectivo y politizado, lejos del éxito prefabricado, individual y meritocrático. Por último, creo que leer a Fisher es una apuesta a que escuchando la música podamos imaginar otros mundos posibles. Como dice Giorgio Moroder; “el futuro puede comprenderse con el oído y sentirse con el cuerpo”.
Es Licenciado y Profesor de sociología, egresado de la UNLP. Actualmente se dedica a la docencia en adultos y a disfrutar de la música.
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación | Universidad Nacional de La Plata
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