GUAY | Revista de lecturas | Hecha en Humanidades | UNLP

ENSAYO/GEOGRAFÍA
MALENA MAZZITELLI MASTRICCHIO Y DANIELA MARÍA GODOY

Los ríos perdidos de Londres. El sublime topográfico (2016)
de Iain Sinclair

La ciudad letrada

El verso se halla en cualquier parte en que la
lengua tenga ritmo (..)
En el género denominado prosa, existen también
los versos, a veces admirables en todos los ritmos.

 

Entrevista a Mallarmé, por Jules Huret

     El libro de Iain Sinclair, Los ríos perdidos de Londres y El sublime topográfico, editado por Fiord en el 2016, llegó a nuestras manos casi por casualidad. De esas casualidades lindas. En realidad creemos que el encuentro con este texto literario valida esa frase de quienes tienen a la educación como objeto de estudio: en el espacio áulico las y los docentes aprenden tanto como las y los estudiantes; efectivamente fue una enseñanza -de las mejores- que tuvimos durante el 2020. 

     El libro que reúne dos conferencias de Sinclair, publicadas originalmente en 2013 y 2011, nos permitió (re)preguntarnos ¿qué relación puede haber entre la literatura y la geografía? Dos discursos, en apariencia antagónicos, son puestos en diálogo en el texto, a partir de la lectura que el autor hace de algunos poetas que transitaron y percibieron el espacio citadino londinense de finales del siglo XIX.  

     La lectura compartida de este libro posibilitó poner en palabras tantas discusiones nocturnas que tuvimos al terminar nuestras clases en la carrera de Ciencias Sociales de la FHAyCS – UADER, en Paraná. ¿Cómo unir la literatura y la geografía? ¿cómo ver a los mapas como ficciones del espacio? ¿Cómo ser más didácticas a la hora de enseñar que ambas disciplinas construyen nuestras espacialidades, sin importar el grado de transparencia del lenguaje usado, y sin llegar al extremo de aplastarlo y alejarlo definitivamente de lo poético. En este aspecto tenemos que agradecerle a Sinclair, pues él cartografió Londres desde los poemas y nos dio la certeza -y la seguridad- de que no estábamos tan equivocadas: la geografía y la literatura nos espacializan, al igual que el mapa, nos dicen qué y cómo mirar, mirarnos y narrarnos. 

     El texto nos permite pensar a los poetas como observadores de un territorio oculto a simple vista para el transeúnte desprevenido. Sinclair abre una faceta: el poeta es un topógrafo que releva, visibiliza y registra un espacio, en este caso el londinense, no con el afán de reflejar lo real o describir los hechos del mundo sino de “crear metáforas y conexiones mentales” (Labatut, 2020: 108). Si bien ambos ensayos nos permiten entrelazar dos maneras de pensar y describir el espacio londinense, uno, el primero, está atravesado por el mito, por la leyenda; y el segundo por lo terrenal y topográfico, como su título lo indica. 

     Veamos, en Los ríos perdidos de Londres el autor descubre una geografía invisibilizada por el progreso y la modernidad a partir de la lectura de poetas que enaltecen los ríos, los arroyos y la cultura de un Londres subterráneo. Es interesante descubrir los paisajes a partir de otros sentidos. Esto es, habitualmente en un paisaje predomina lo visual, sin embargo esta Londres “oculta” que describe Sinclair se vuelve perceptible a partir de la escucha, el olfato, y la lectura de poemas cuyos versos friccionan y ficcionan la ciudad.  En palabras del autor “el río había sido cubierto en 1861, pero todavía era una presencia (…) Los ríos que sentimos pero que ya no vemos” (34-44p)

     La escritura de Sinclair es también un espacio libre de convenciones genéricas. Los puntos suspensivos, las oraciones cortas y precisas, la cadencia rítmica de la prosa -ese ritmo del que habla Mallarmé en el epígrafe-, y la apelación a imágenes fuertemente sensitivas se acercan mucho al lenguaje poético.

     En sus textos, Sinclair cartografía el espacio construido por los poetas y arma un mapa de Londres que luego pretende encontrar, no sin nostalgia, a través de sus recorridos por la Londres actual. Esa travesía lo lleva a buscar desesperadamente huellas que le permitan topografiar el territorio pretérito. Se zambulle, bucea, nada contracorriente; mapea la ciudad invisible de Londres y descubre -confirma- su naturaleza plural. Podríamos preguntarle al autor si hay alguna ciudad que no lo sea, no solo porque existe “una ciudad dentro de otra…” (41), sino por la pluralidad de miradas (poemas) que inventan ciudades. Borges, Arlt, Mujica Lainez nos relatan una Buenos Aires pasada y nos acercan “la ciudad como horizonte del acontecimiento, un tema para la contemplación” (p. 31).

     Sinclair, recupera su amor por el ejido perdido de Londres, un ejido que actualmente se le vuelve extraño y ridículo, por la supremacía de lo actual, controlado y digitalizado hasta homogeneizarlo y robarle lo local. Ese es El sublime topográfico que encuentra en Blake, aquella ciudad local, visible y topográficamente sublime. Es como el zaguán de Buenos Aires que nombra Borges pero que cada vez es más difícil encontrar en la ciudad. 

     Con el intento por recuperar la ciudad perdida, Sinclair denuncia la explotación del capitalismo en torno a los espacios naturales, y destaca que, a pesar de la podredumbre y de la basura, los ríos son todo vida. 

     Este ensayo de Sinclair muestra que la geografía y la literatura son ficciones en tanto invención de un espacio; ponerlas a funcionar juntas nos revela cómo la transparencia pretendida por una -en tanto discurso científico- y la opacidad, admitida por la otra como única posibilidad, permiten mirar el mundo -sus silencios, márgenes, fragmentos, grietas- desde otra perspectiva, esa que me habilita el lenguaje. 



     En el segundo ensayo, Sinclair elabora una cartografía literaria a partir de la poesía de Willam Blake. Es una cartografía que nos invita a recorrer el espacio londinense, que ningún poeta amojonó, marcó y topografió como Blake:  “Blake, realmente menciona áreas y antiguos barrios, y saborea la forma de moverse en ellos. Enormes cartografías de ausencia y posesión. La topografía de londres deviene para él una especie de cuerpo espiritual y casi un cuerpo físico” (81)

     Sinclair elige a Blake porque en él encuentra las huellas de una ciudad que la modernidad está diluyendo en una arquitectura digitalizada. Ese es su punto de partida. Lo sublime, que encuentra en Blake, es  observar  la belleza en lo armónico y también en lo trágico. Por eso el poeta se le vuelve excepcional.

     Blake camina, mira, selecciona y memoriza los espacios de la ciudad, que luego en su escritura se convierten en la topografía privilegiada de su Londres. En su poesía muestra una porción “bastante adormecida y acomodadamente excluida de los censos oficiales” (87) podemos decir entonces una Londres que la burocracia (o la topografía a secas) no había registrado. La Londres de Blake es una Londres desnuda, desprovista de una “imaginería hecha por computadora” (78). 

     La diferencia es entre el flaneur motivado por el afecto, la memoria, la percepción, y el trabajo mecánico de la oficina. Se cartografía a través de la memoria; el poeta (como el) topógrafo dibuja para no olvidar y también elige lo que no olvidar: “la ciudad se negocia” (80). Y en esa negociación  se privilegia un modo de lectura.

 

     El libro de Sinclair es una expedición por Londres, para el autor quienes se embarcan en esa expedición “empiezan por un pub. Improvisan, tergiversan, cuentan historias” (55). Nosotras empezamos (y recomendamos) por este libro ¿Está mal?

1 En http://www.carpetashistoria.fahce.unlp.edu.ar/carpeta-1/literatura/entrevista-a-mallarme-por-jules-huret-1891

MALENA MAZZITELLI MASTRICCHIO

Es doctora en Geografía e investigadora de CONICET. Estudia temas de historia y epistemología de la cartografía y el territorio en el Grupo de Cartografía e Historia Territorial (CeHiT) del HITEPAC-UNLP y en la Universidad de Buenos Aires (CNT-FyL). Es adjunta de cartografía de la FyL- UBA y JTP en Geografía Humana FaHCE-UNLP.

 

DANIELA MARÍA GODOY

Es profesora de Lengua y Literatura por la Facultad de Humanidades Artes y Ciencias Sociales – UADER, Licenciada en Lenguas Modernas y Literatura por la FCEdu – UNER y Magíster en Estudios Culturales por CEI – UNR. Actualmente trabaja en docencia, en cátedras relacionadas a la literatura y los procesos culturales e históricos.