GUAY | Revista de lecturas | Hecha en Humanidades | UNLP

NOVELA
JUAN MANUEL BELLINI

Hacer el odio (1984/2018)
de Gabriel Báñez

    En agosto de 1994 el escritor Álvaro Abós señalaba acerca de Gabriel Báñez: “aunque su nombre no suene con demasiada frecuencia en el gallinero literario debido a que insiste en cometer un pecado mortal en nuestro medio macrocefálico: vivir en La Plata, alejado de cenáculos y fastos”. Y se refería a la necesidad de recurrir a Hacer el odio para explicar lo que había sucedido días atrás: el atentado a la AMIA. Veía Abós que la novela servía para entender el antisemitismo latente en la Argentina. La novela había sido publicada en 1984 por Bruguera y siguiendo a Abós: “los ejemplares remanentes de la edición fueron a parar al proceloso mar del saldo o de la librería de viejo, donde tantos tesoros escondidos vegetan a la espera de tiempos mejores”.

    No eran tiempos mejores, pero en julio de 2018 fue reeditada por la editorial Mil Botellas. La contratapa daba cuenta de que “se editó en 1984, anticipándose a Villa de Luis Gusmán (1996) o Dos veces junio de Martín Kohan (2002), dos novelas también con personajes que no son célebres verdugos, sino que estuvieron y están ocultos en el cotidiano, y que sostienen, a su manera, el horror”.

     Empieza la novela con un epígrafe de Portero de noche de Liliana Cavani que sirve para unir al nazismo con la última dictadura. Y las primeras frases ya nos adelantan lo que va a venir: “La última pregunta que recuerdo de ella fue si yo era antisemita. Le respondí, naturalmente, que la quería. Pero no sé si la quería”.  El protagonista es el gris Damián Daussen y empieza narrando sus encuentros con Raquel, judía. Las acciones transcurren en La Plata, plena dictadura.

     Hay clima de delación, de sexo reprimido, de secuestros, violencias explícitas en las comisarías e implícitas en lo que encuentran en la autopsia de una jirafa del zoológico. La Iglesia Católica también juega un rol importante y el moralista y condenador Daussen recurre a la pornografía, a las relaciones homosexuales o las prácticas abortivas. Ahí también está la riqueza de la novela: se muestra la doble moral sin necesidad de señalarla con el dedo, se va mostrando solita.

     Un detalle no menor, la escritura. Prolija e intensa, queda como ejemplo la venida del calor en La Plata: “El verano llegó a la ciudad. Los días se hicieron largos para nada y las mujeres volvieron a las calles con el aire tendencioso de otros veranos. Nada varió. O sí: la fragancia de los tilos nunca resultó tan impotente como a comienzos del mes. El olor rancio de la Destilería se mantuvo inerte sobre la ciudad durante varias semanas. Calor y humedad, un placer malsano en el cuerpo”. 

     La buena literatura despierta los sentidos, leer esos párrafos es sentir ese calor. O visualizar la excavación donde tendría que renacer el Teatro Argentino convertido en cenizas o una excursión al Uruguay lejos de cualquier folleto turístico. También hace de lo local, universal, por eso la aparición del cine Roca, la Catedral, el Museo de Ciencias Naturales, la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de La Plata donde trabaja Daussen como sereno, no implican localismo, producen el mismo efecto en los ojos de cualquier argentino cuando se enfrentan con la Santa Fe de Juan José Saer, el Buenos Aires de Roberto Arlt o Yala de Héctor Tizón. Ese buen registro de Báñez también se encuentran en los cuentos de El circo nunca muere (también editados por Mil Botellas), en la nouvelle Octubre amarillo donde se encarga del múltiple femicida Ricardo Barreda y La Plata o en la novela Virgen que transcurre en Ensenada.

     La relación Damián-Raquel atraviesa la novela, y no deja de ser atrapante todo lo que se pone en juego, la crueldad de Damián, que también mantiene relaciones con una chica de trece años. Este antisemita, ex militante de Tacuara, que pintaba cruces esvásticas y que no dudaba en la cooperación con la policía cuando un compañero de pensión se convertía en secuestrado/desaparecido, se movía en una ciudad donde en los diarios nunca se publicaban los secuestros y con vecinos que decían  que “había empezado la limpieza” al escuchar disparos aislados.

     Todo esto publicado en 1984, a apenas un año de terminada la dictadura. Sin dudas merece figurar en el corpus de libros que trabajaron bien el tema a través de la ficción. Reconocemos ello en Respiración artificial (1980) de Ricardo Piglia y en Flores robadas en los jardines de Quilmes (1980) de Jorge Asís, publicadas durante el genocidio en la Argentina, a El beso de la mujer araña (1976), Pubis angelical (1979) y Maldición eterna a quien lea estas páginas (1981), las tres escritas por Manuel Puig en el exilio, o en las ya mencionadas Dos veces junio o Villa, y en el original trabajo de años recientes de Mariana Eva Pérez en Diario de una princesa montonera (2012 y reeditado este año), y también en Hacer el odio.

     Lo escrito por Álvaro Abós en la revista Humor derivó en una reedición a cargo de la editorial Almagesto, en 1995, que desgraciadamente pasó sin pena ni gloria. En estos tiempos de derechas que se expanden por el mundo, la reedición de Mil Botellas, que es expuesta en librerías de Buenos Aires y La Plata, que estuvo presente en las numerosas ferias pre-pandemia en el país, bien merece sumar lectores y lectoras, para entender un pasado de genocidios pero también para este presente. Ya desde la portada a cargo de Eduardo Ruiz, vemos una mano que dibuja esvásticas. En la página 131 se narra el secuestro por parte de fuerzas de seguridad a una pareja, la mujer estaba embarazada, entonces un vecino de pensión de Daussen se pregunta/afirma “¿o acaso usted no sabe que ellas se embarazan a propósito?”. Esta misma frase la hemos visto replicada en distintos contextos y ante distintos hechos, pero siempre está presente.

     Las buenas obras se defienden solas, por eso se puede recurrir a otra muestra de la excelente escritura de Báñez: “A media tarde dejé el bar y caminé. El aire estaba húmedo y con olor a pescado. Un muchacho barría las escaleras de un sótano que a la noche presentaba ‘el show de las strip-girls’. Del subsuelo ascendían vaharadas de acaroina y encierro. Me detuve brevemente a mirar hacia abajo y el muchacho dijo que el espectáculo comenzaba a las ocho. ‘Todavía falta’, agregó luego. Únicamente pude divisar un juego de luces de colores y desvaídas ramas de palmeras flanqueando el ingreso. Me alejé de inmediato: las ilusiones sobre penumbras, lo mismo que las imágenes sagradas después del domingo, siempre me produjeron tristeza”.

     La contratapa de su primera edición de 1984 indica que se trataba de “básicamente, un texto confesional para mostrar la ambigüedad de ciertas conductas: opresión y seducción que cierran la parábola”. Atinadas palabras, pero en su lectura se verá que es mucho más que eso. Cabe señalar que su última novela, Jitler,  editada a ocho años de su muerte, en 2017, por La Comuna (editorial de la Municipalidad de La Plata fundada por Báñez) siguió señalando conexiones entre el nazismo y La Plata. Y las prácticas que se realizaban entre las clases ilustradas de la ciudad: “Otro prominente hombre nacional, pero de las filas del Partido Socialista vernáculo, el Dr. Alejandro Korn, fundador de bibliotecas populares y humanista reconocido, también recibió por esos años parte de la remesa indígena del Museo de La Plata, sólo que bajo la forma de carne viva: una niña de la etnia aché de la comunidad guayaquí masacrada en el Paraguay oriental, Damiana, fue entregada al Dr. Korn para que hiciera de mucama en su casa. Tenía alrededor de nueve años. Nunca se supo el verdadero nombre de Damiana, en los archivos del Museo figura así ya que a los tres años fue bautizada con el santo del día de la matanza de su familia, San Damián”. Otro Damián.

     Báñez nació en 1951 y se suicidó en 2009 en La Plata. Si como señala Álvaro Abós su pecado mortal fue estar lejos de la Capital y no frecuentar al establishment literario, bien vale el rescate de su obra. Quienes se hayan interesado por los libros de ficción acerca de la última dictadura, a través de su lectura no dudarán en que Hacer el odio merecerá un lugar importante. Incluso se la puede tener en cuenta al relacionarla con películas como Los rubios (2003) de Albertina Carri o M (2007) de Nicolás Prividera, que desde el formato documental narran la complicidad civil y el silencio que acompañó a una época nefasta. Por supuesto, que también hubo otra Argentina, de hecho personas relevantes en la lucha contra la última dictadura como Estela de Carlotto, Hebe de Bonafini o Chicha Mariani, se criaron y lucharon en la misma ciudad por donde andaban tantos y tantas Damián Daussen.

JUAN MANUEL BELLINI

Es Periodista, docente de la cátedra Análisis y Crítica de Medios de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social (UNLP). Trabaja además en el Programa de Justicia por Delitos de Lesa Humanidad en la Comisión Provincial por la Memoria.