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MÚSICA
HERNÁN CÁNEVA

El amor después del amor (1992)
de Fito Páez

“Yo era un pibe triste y encantado”: Fito Páez y su música

     Un hombre sentado al piano contempla activamente el paso del tiempo; el sonido y el silencio le permiten externalizar su entreverado mundo interno. Su actitud no envejece, aunque sus prematuras primeras composiciones anticipan una madurez inaudita. A lo largo de toda su obra, el “amor” (palabra tan dicha y olvidada en nuestra cultura) será un tópico recurrente. 

     Desde su arribo a la ciudad de Buenos Aires, a comienzos de los años 1980, junto con La Trova Rosarina, Fito Páez ha logrado convertirse en un referente ineludible de la canción popular Argentina, y quizás, latinoamericana. Se trata de un artista “popular” no porque haya elaborado un cancionero para las grandes masas, sino porque modeló un concepto tan simple como necesario para la humanidad, poniendo de testigos su voz, sus gestos y sus palabras: la libertad de expresión. Una idea que se volvió sello identitario, junto con todas sus contradicciones. 

     Creo que, en el caso de Fito, el mensaje cifrado de su obra es que no importa tanto cuál sea el “contenido” de la expresión (aunque siempre sea de relieve considerar lo que se dice), sino la transmisión de una experiencia liberadora de emociones y pensamientos. “Liberadora”, al menos, en dos sentidos: como habilitación y como desprendimiento. Así, las palabras -amándose y odiándose- con las melodías nos interpelan habilitando canales de transmisión casi terapéuticos. De modo que, aunque uno se resiste al comienzo, a la larga se regodea en su dolor, y más temprano que tarde descubre que recordar es también una forma de olvidar. Desprenderse de las mochilas, habitar la negatividad para convertirla en imaginación y creatividad. Esas doctrinas rigen autoritariamente su cancionero. 

     Y es que el mundo de la imaginación y la creación están tatuados en el repertorio de Fito, curiosamente montado sobre los escombros del dolor. Escuchar sus discos es una excusa para citarse con fantasmas que vienen y van, o que el autor atrae y aleja a su antojo. Imágenes de amores que se espolvorearon en el aire, escenas de madres y tías que ya no están, filmografías de épocas doradas que no regresarán; también, vivencias del dolor en crudo y la sensación de rehabilitarse el músculo cardíaco cuando ya no quedan restos. Los acordes menores se mezclan con los jazzeros, la música de Brasil y el tango, conformando una música que “funciona”. El viaje es hacia el dolor, pero con respiros de aire fresco por la ventana. Muchas veces, he sentido que la música de Fito nos hunde en el malestar para volvernos más resistentes a él. 

 

“El amor después del amor”: a 30 años 

 

     Su disco más reconocido, comercializado y, probablemente, el más recordado, celebra sus primeros 30 años. “El amor después del amor” fue presentado en junio de 1992. Si vale la evocación autobiográfica, por aquel entonces yo cursaba sala azul del jardín de infantes. Era un niño de barrio. Mi padre trabajaba en su taller de tornería y mi madre se desdoblaba para atendernos a mi hermano y a mí. Mis recuerdos de infancia de clase media-baja me saben felices, entre otras cosas, por la música maravillosa que sonaba. 

     Mientras habitaba un mundo de películas, patios y meriendas, el país ensayaba su ingreso en el modelo de la convertibilidad, y la cultura televisada se sumergía decididamente en el proceso de globalización, que el neoliberalismo traía como promesa de un mundo más y mejor interconectado. En ese marco histórico convulsionado (aunque en mi recuerdo infante, maravilloso), un disco como el que lanzó Fito, después de haber creado el ciertamente contestatario “Tercer Mundo”, tenía muchas posibilidades de pasar desapercibido. Pero llamativamente (o no tanto) un disco que no pretendía meterse (al menos no manifiestamente) con el estado de la sociedad, se incrustó en el corazón del inconsciente colectivo, activando pasiones, afectos y memorias que aún nos identifican, frente a un sistema que nunca ha cesado de intentar la fragua del lazo social. 

 

“Aromas que no voy a olvidar”: algunas frases en el recuerdo

 

     En un escrito sobre “Clics modernos” de Charly García, me pregunté si era posible describir o analizar con palabras un disco de música. Esa pregunta no me detuvo, porque entendí que la idea no es que las palabras le hagan justicia a un disco ni a sus canciones, sino que narren la relación que une a las personas con la música. Esa relación, si bien intransferible de persona a persona, tiene su episodio en nuestra memoria. Una memoria que es racional y a la vez emotiva; que busca ordenar el disparate de las imágenes y dejar un registro de sentido sobre un pasado que se desluce y escamotea. 

     El disco “El amor después del amor”, a lo largo de los años, me obsequió una orquestación para mis corrientes y probablemente absurdas experiencias amorosas. Algunas frases estuvieron en mi memoria durante muchos años; mientras la vida me vivía (o yo la vivía) las fui conservando y resignificando. Mientras vivía, y me equivocaba, las canciones del disco seguían allí, esperando revelarme su verdadero espesor. Por ello, conforme el paso del tiempo hizo su trabajo, algunas de ellas se volvieron para mí contundentes revelaciones. 

     Mientras estoy escribiendo este artículo, suena la canción “Tumbas de la gloria”, que comienza con aire melanco-tanguero, con la frase “Tu amor abrió una herida porque todo lo que te hace bien siempre te hace mal; tu amor cambió mi vida como un rayo, para siempre, para lo que fue y será”. La rumeo una y otra vez,  cayendo en la cuenta de que el amor es una gran herida abierta, pues por alguna extraña y curiosa razón, somos las víctimas y los victimarios de quienes amamos más profundamente; todavía no puedo entender por qué el amor y la muerte se aman tan apasionadamente, y por qué lo que nos hace bien nos hace mal. Algo de ese disparate queda en nosotros, como una reminiscencia del ser del otro/a, cuando el amor se hace finalmente ausencia. 

     La ciudad, enloquecida y frenética, que narra la canción “Pétalo de sal”, me hace sentir que a nadie le importa quién soy, y que nadie me espera. Todo se mueve tan pero tan rápido que no hay tiempo para quienes caminan lento. Cuando Luis Alberto Spinetta le agrega la frase “algo tienen estos años, que me hacen poner así, y decirte que te extraño, y voy a verte feliz”, me da la sensación que el río del tiempo arrastra con todo casi sin dejar sedimento. La canción me recuerda que los grandes amores nunca se olvidan, y que su ausencia puede significar la consagración de un noble deseo de libertad. 

     Otras canciones, como “Detrás del muro de los lamentos”, me han provocado similar sensación.  El tiempo, que suelta toda amarra, y solo deja una leve brisa esperanzadora de que lo vivido siga existiendo en otro sitio, o en alguien más. La frase “Todo lo que hicimos, la mentira y la verdad; todo lo que hicimos, sigue vivo en un lugar” me ha puesto a pensar cuál podría ser el sitio, más allá de la memoria, en el que viven los secretos, las pasiones tristes, las miserias y las virtudes humanas. Si hubo mapa alguno, su cartografía la tuvo la gran Mercedes Sosa, cuya voz que le dio a esa frase su inmenso océano. 

     Me senté innumerables veces en el piano, creyéndome Fito, a tocar los acordes de “Un vestido y un amor”. Nunca pude entender cómo se producía la alquimia entre una historia romántica, la cadencia y suavidad de la narración y el estallido controlado del estribillo, cuando Fito canta “Todo lo que diga está demás, las luces siempre encienden en el alma”. Creo que en esa canción, hay una gran mentira, cuando se afirma “yo no buscaba a nadie y te vi”. Por el contrario, creo que no hay en el enamoramiento una completa imprevisión; ya que alguien está buscando ser buscado/a, y alguien está queriendo encontrarlo/la.

  

 “¿Dónde va la gente y su corazón?”: Fito, mi adolescencia y la fantasía de amar

 

     Recuerdo escuchar la canción “Brillante sobre el mic” al finalizar los años escolares. La sensación infanto-juvenil de finalizar una etapa, incomprendiendo por qué se terminaba y por qué me querían convencer de que debía empezar una etapa nueva. Mi experiencia subjetiva acerca del inicio y del fin de las cosas, probablemente, haya estado acompañada por esta canción. Algunas etapas se terminan, pero nadie les viene a poner fin y es allí donde nuestra vida se pone en piloto automático.

     Por alguna o varias razones, la música de Fito quedó marcada en mi adolescencia y luego en mi etapa de estudiante de sociología. Particularmente la de aquel disco, asumió en mi experiencia biográfica, un estatuto superior al de la realidad material, puesto que se convirtió en una compañera espiritual en momentos de desasosiego y soledades. 

     Presiento que esta compañía, algo desmesurada y omnipresente, que elegí pero que me eligió sorpresivamente, ocupó prematuramente el lugar de oídos que no me escucharon, de ojos que no me miraron, de abrazos que quise recibir. 

     Cuando adolescente, me perdía en amores que creía imposibles; o mejor dicho, yo los volvía imposibles por mis precarias actuaciones, por una falla en la comunicación, o quizás, por relacionarme con ideas más que con personas reales. El carácter fantasioso de mi subjetividad así como la fantasía del amor (o los amores de fantasía), fueron claramente regados por “El amor después del amor”. Sus destinatarios cambiaron de rostros, de miradas, de edades, pero nunca cambiaron en su esencia, tan prístina como inalcanzable. 

     Mientras me despido, tranquilo y despacio, de esta nota, me pregunto ¿dónde va la gente y su corazón?. Mastico desde hace largo tiempo el interrogante, transitando estos tiempos difíciles. Propongo que escuchemos el disco, cristalino y posible, como pocas cosas de hoy. Porque en definitiva, el amor está en todas partes, y en ningún lugar; ayer, hoy o mañana. Pero sobre todo, está dentro de uno mismo.

HERNÁN CÁNEVA

Es Licenciado en Sociología de la Universidad Nacional de La Plata. En 2019 defendió su tesis de Doctorado en Ciencias Sociales, titulada “Disputas por el aborto en Argentina. Análisis de discursos en dos organizaciones (2014-2016)”.